Arte sacro: patrimonio en riesgo

Arte sacro: patrimonio en riesgo

En los últimos diez años, se han registrado al menos 200 denuncias por robo en iglesias, pero el número real de hurtos es mucho mayor

Sonia Ávila

El Sol de México

En los últimos diez años, se han registrado al menos 200 denuncias por robo en iglesias, pero el número real de hurtos es mucho mayor. En México existen cerca de 19 mil iglesias, cada una debería tener un inventario como un primer paso para proteger sus piezas históricas.

De acuerdo con el Centro Católico Multimedia, México ocupa el primer lugar en el robo de arte sacro. Cada semana 26 iglesias católicas en el país son robadas y al menos un 42 por ciento de los hurtos están vinculados con el crimen organizado debido al comercio ilegal de las piezas que, según datos de la Interpol, genera ganancias por más de seis mil millones de dólares en el país.

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El panorama se mira complejo ante los vacíos legales en la protección del arte sacro y por la falta de un catálogo que certifique las miles de obras contenidas en las 19 mil iglesias ubicadas en el país. Dos pendientes que dejan a la intemperie decenas de pinturas, esculturas, coronas, sagrarios, crucifijos, candelabros, campanas, cálices, entre muchas otras obras robadas más.

El padre José de Jesús Aguilar, director de Arte Sacro de la Arquidiócesis Primada de México, explica en entrevista con la Organización Editorial Mexicana que hay avances en el registro de las piezas resguardadas en las iglesias, pues éstas están obligadas a realizar un inventario con datos básicos de todo lo contenido en sus templos; lo que representa un primer paso hacia la catalogación que debe realizarse por especialistas tanto del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) como de instituciones académicas como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)

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“Lo que tendríamos nosotros que tomar en cuenta sería que hay distintos caminos para llegar a este catálogo, el primero es que antes de un catálogo tiene que haber lo que se conoce como un inventario que es lo más importante; un inventario significa hacer una cuenta con fotografías, con medidas de la obra y una descripción sencilla, eso ya se tiene en la mayoría de las iglesias. Una catalogación implica un trabajo académico, implica saber quién es el pintor, dónde se hizo la obra, cuánto costó, cuál es la característica, a qué tipo de arte pertenece, cuándo se hizo una restauración, y eso es un trabajo académico no sólo para protegerlo del robo sino para el cuidado de la obra en general”, precisa el clérigo.

Robos y denuncias
Es una misión casi imposible saber qué hay exactamente en las 19 mil iglesias que existen en México, refiere Javier Martínez Burgos, arquitecto de la UNAM y perito de monumentos históricos del INAH. “Hay iglesias en sitios de comunidades a las que ni siquiera han acudido los especialistas, y realmente no se sabe ahora cuántas obras existen, es difícil, y la laguna en la protección viene desde la creación de leyes que protegen los monumentos históricos grandes y van dejando a los objetos de menor tamaño”, añade también en entrevista.

La urgencia de generar un catálogo de manera conjunta entre al INAH, la Iglesia y un equipo académico es porque una ficha de catalogación serviría como una especie de acta de nacimiento. Con ese registro cualquier venta ilegal en el país o el extranjero podría detenerse y fácilmente identificar la pieza, apunta el especialista en patrimonio cultural. “Es como un acta de nacimiento nuestra que da veracidad a la originalidad de la pieza y su valor dentro de un grupo de piezas”, añade.

En los últimos diez años, señala Martínez Burgos, se han registrado al menos 200 denuncias en México por robo en iglesias, pero en realidad es un número menor a los hurtos reales. El especialista afirma que esta práctica ilegal inició en la década de los 90 del siglo pasado para financiar al narcotráfico, y hasta el presente las denuncias por venta ilegal del arte sacro son mínimas, lo que complica una ruta legal.

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“Es un universo de ventanas abiertas, porque nunca se enfatizó en lo que podría ser un delito de este tipo, no existe en la ley la tipificación del robo de arte sacro como un delito grave y por ello no hay avance en las denuncias”, añade al reconocer también que hace falta un equipo de profesionales para realizar el magno proyecto de catalogación a nivel nacional.

Según estadísticas de la Conferencia del Episcopado Mexicano y de la Arquidiócesis de la Ciudad de México, publicadas en 2018, el robo de arte sacro aumentó 600 por ciento en la primera década del siglo XXI. Entre el 2001 y el 2010 fueron robadas más de 400 obras de arte sacro de la época virreinal, las cuales pueden alcanzar precios de entre 35 mil y 150 mil pesos.

Puebla es el estado con más registros de hurto, le siguen las iglesias en Tlaxcala, Estado de México, Ciudad de México, San Luis Potosí, Hidalgo, Guanajuato, Zacatecas, Morelos y Jalisco. Además, entre los artículos más robados destacan pinturas, esculturas, coronas, sagrarios, crucifijos, candelabros, incensarios, campanas o cálices, señala la institución, aunque la imagen más valorada es la de la Virgen de Guadalupe.

Un reporte publicado por El Sol de México el 15 de noviembre pasado señala que desde 2015 a la fecha, se abrieron 110 carpetas de investigación por robo de arte sacro, de las cuales sólo se han presentado ante un juez 13 acusaciones y otras 60 fueron desechadas al no ser ratificadas. De acuerdo con registros de la Fiscalía General de la República (FGR), en los últimos cinco años sólo han sido consignados ante el Poder Judicial de la Federación tres personas por robo y daño del patrimonio nacional, en específico por hurtar piezas de arte sacro.

Otros peligros
Para el clérigo José de Jesús Aguilar, el robo no es el único peligro para el arte sacro, los que atacan realmente son el paso del tiempo, la falta de restauración, la falta de atención a monumentos dañados, por ejemplo en los sismos, como las iglesias afectadas en el terremoto de 2017.

“Son leyes muy generales que tienen una pena muy pequeña y que lamentablemente no ayudan al cuidado de la obra. Cuando estuve en la Catedral de México como sacristán mayor entró una mujer con un hacha y destrozó una imagen patrimonio, se detuvo a la mujer, se denunció y al poco tiempo se liberó porque no había una ley que sustentara el delito”, narró el sacerdote.

A ello suma, en opinión del arquitecto, que no se tiene a ciencia cierta una evaluación nacional de lo que hay en las iglesias, ni sus condiciones de conservación. Pues se tiene al menos 400 años de producción de arte sacro en los templos. “El arte sacro es parte del proceso de desarrollo de la historia del arte, cuando se roba o se rompe una imagen, en realidad se rompe el vínculo de la sociedad y esa imagen”, concluye el académico.

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