Hacienda de Pacho Nuevo y su capilla

Capilla sobria, dedicada a Nuestra Señora de los Remedios, construida en el siglo XVII.

Diario de Xalapa

Los días de la Semana Santa son propicios para caminar por rutas y veredas nuevas de cualquier rincón de Veracruz que no esté próximo a las playas atestadas de turistas, quienes no hacen sino atender el llamado del agua. Así, mi compañero Melchor y quien esto escribe, llegamos gracias a los señalamientos turísticos en la carretera a la hacienda de Pacho Nuevo.

Jueves santo. Los hombres del pueblo arreglan la iglesia principal, preparan un arco para el vía crucis del viernes, limpian las bancas y, uno de ellos, nos permite asomarnos al altar principal que está cubierto con un lienzo que no alcanza el púrpura de luto y ha quedado en un lila deslavado. A la salida nos alcanza un hombre quien nos pregunta si ya visitamos la hacienda, y agrega que allí está la verdadera iglesia del lugar, la antigua. Después de asegurarnos que es un espacio al que es posible acceder, pues sabemos que es propiedad privada, llegamos a la hacienda. El portón con una reja negra, cerrada, nos separa de la historia. Aparece un hombre de ojos claros, fornido, con barba tupida y vistiendo ropa de trabajo. Le preguntamos si podemos entrar y con acento nos dice que habla “poquito español”. En inglés, repetimos la pregunta y nos abre la puerta, amablemente, mientras afirma que buscará a su esposa quien recién concedió una entrevista a periodistas de algún periódico de Xalapa, para ver si es posible que visitemos la hacienda.

Más adelante sabríamos que el hombre es Bill, esposo de Marissa Moolick Gutiérrez, propietaria de la hacienda de Pacho Nuevo. Mujer sencilla, clara en su hablar y con un amor profundo por esta herencia de sus tatarabuelos, accede a darnos una visita por el lugar.

Bastan unos minutos para dejarnos ver en su charla la preocupación por dar el mantenimiento necesario al lugar. Observamos que los bajantes del patio central son una especie de gárgolas, obra de Bill, quien se dedica al cine, y es en Los Angeles, Estados Unidos, uno de los especialistas en la construcción de maquetas y personajes con los que es posible realizar las filmaciones en la proporción adecuada para que éstos parezcan reales.

Marissa nos muestra un formidable retrato fechado en 1850, en el que aparecen sus tatarabuelos, José Julián Gutiérrez y Fernández y Damiana Hidalgo, con sus primeros doce hijos. Esta pintura formará parte de la exposición que con motivo del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución se efectuará en Palacio Nacional, en la Ciudad de México, pues muestra precisamente a una familia de la época independentista y su valor es muy grande.

Marissa nos obsequia información sobre la hacienda, que regularmente proporciona a los grupos visitantes. En estas hojas impresas conocemos las tierras donde actualmente está la propiedad, fueron adquiridas en el siglo XVI por un portugués de la isla de Madera, llamado Juan de Quiroz, quien con su socio Sebastián Díaz, vecino de Xalapa, “instalaron un ingenio de caña de azúcar que trabajaba mediante una rueda de agua que aprovechaba la caída de las aguas del manantial.

En 1592 la registraron en el Archivo Notarial de Xalapa como ingenio de Nuestra Señora de los Remedios de Nexapa”. En 1620, fue comprada por don Luis Pacho y Mexía -a quien debe su nombre- Regidor de la Ciudad de México, quien muere en 1639. Pasó posteriormente por varios propietarios y usos como hacienda cañera y ganadera. Sin embargo, en el siglo XIX cambió al cultivo del café arábigo. “En 1840 compra la hacienda don José Julián Gutiérrez y Fernández”.

Recorremos varios espacios. Lo que debió haber sido el comedor, ahora transformado en una gran sala, donde conviven un piano antiguo, libreros, cuadros y grabados, algunas maquetas de Bill, con una luz maravillosa que entra por grandes ventanas por las que se ve un bosque maravilloso. Aquí conversamos un buen rato, fascinados por la descripción que nos haría Marissa: por esta hacienda pasó Santa Anna, siendo presidente, lo imagino -dice ella- saliendo por este bosque con mi tatarabuelo y llegando al parque de Los Berros. Es un gran reto para la imaginación considerar cuántos personajes de esta época tan difícil habrán caminado por los pasillos, dormido en alguna de las recámaras o rezado en la capilla.

Llegamos, finalmente, a la capilla, acompañados por tres de los perros que habitan la propiedad. Es una capilla sobria, dedicada a Nuestra Señora de los Remedios, y fue construida en el siglo XVII. Las campanas están dedicadas a la Virgen María y a su madre, Santa Ana, y tienen fechas de 1777, 1797 y 1800. Aquí están enterrados José Julián y Damiana. Leemos de nuevo la información impresa:

“A través de los años turbulentos de la Reforma, el Imperio, el Porfiriato y la Revolución, los descendientes de la familia Gutiérrez han conservado el caso de la hacienda, ahora considerado como monumento histórico por el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Como conjunto arquitectónico, es el caso de hacienda de la zona centro de Veracruz que tiene mayor número de elementos que nos permiten asomarnos a lo que fue nuestro pasado agrícola, industrial, laboral y social: acueducto, zona industrial, hornos, chacuaco, capilla, jardines, troje, fuentes, casa grande y antiguas viviendas de los trabajadores”.

Pacho Nuevo, sin duda, tiene un tesoro: la hacienda. Y además, una excelente promotora y vigilante de la misma, quien está dispuesta a compartir no sólo su herencia, sino su tiempo y energía para preservar parte del patrimonio estatal y nacional: Marissa Moolick Gutiérrez, quien además está feliz pues el gobernador Fidel Herrera echó para atrás el decreto expedido por Miguel Alemán, con el que se le expropiaba la hacienda. No sólo ha recuperado su propiedad, sino toda la historia familiar y regional. Gracias a ella podemos conocer nuestro andar en el pasado. La hacienda de Pacho Nuevo merece nuestro apoyo.

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