Así era Dante Alighieri

Egocéntrico, drogadicto y visionario: así era Dante Alighieri

Enfermo, visionario o drogadicto. Han pasado ya 700 años de la muerte Dante Alighieri y su vida sigue siendo motivo de nuevas historias, ensayos e interpretaciones

No se puede entender a Dante Alighieri sin su egocentrismo. Desde muy joven, el padre de la lengua italiana se asumió como el mensajero de Dios. Creía que estaba predestinado para la posteridad, como quien es investido por la divinidad para salvar al mundo de las mezquindades, las ambiciones y la opulencia que tanto dijo despreciar.

En su ensayo Dante. La novela de su vida, el crítico y académico italiano, Marco Santagata, uno de los mayores estudiosos de la literatura italiana, lanza la siguiente interrogante: “¿Cómo no preguntarse qué imagen proyectaba en la vida diaria un hombre tan egocéntrico y tan convencido de su propia excepcionalidad?”

Dice Santagata: “En todo cuanto Dante ha visto, hecho y dicho, ya se trate de su nacimiento o de un amor, de la muerte de la mujer amada, de su derrota política o de su exilio, él vislumbra una señal del destino, la sombra de una fatalidad ineluctable, la huella de una voluntad superior”.

Han pasado ya 700 años de su muerte y su vida sigue siendo motivo de nuevas historias, ensayos e interpretaciones. Datos o pasajes que —más allá de la curiosidad— ayudan a entender al Dante más humano, el de rostro alargado, nariz aguileña, postura encorvada y baja estatura, como lo describió Boccaccio, uno de sus biógrafos más antiguos. Sin embargo, por obvias razones de temporalidad, es complicado saber a ciencia cierta cómo era la fisionomía del florentino más allá de los retratos que se hicieron de él o de los escuetos testimonios de algunos de sus amigos.

Las drogas también forman parte de su vida, aunque se trate de un episodio polémico y poco explorado. Según cuenta la traductora y experta en estudios italianos, Barbara Reynolds, en su libro Dante: The poet, the political thinker, the man, Alighieri fumó mariguana y consumió mescalina en el mismo periodo en que escribió La Divina Comedia entre 1304 y 1320. De hecho, la autora asegura que estos alucinógenos pudieron haber influido en algunos pasajes de su monumental obra, en la que se crea toda una iconografía del horror humano, principalmente gracias a las interpretaciones visuales que se hicieron a finales del siglo XIX.

Y es que pocos como Dante exploraron con tanta profundidad los confines del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso, esos tres lugares que explican, en buena medida, los orígenes de la psique humana.

En el Canto primero de La Divina Comedia, hay un personaje llamado Glauco que, tras comer algunas “plantas mágicas”, se convierte en divinidad marina. Según Reynolds, esta escena refleja la necesidad que tenía el escritor florentino de hablar sobre su consumo de narcóticos, que no resulta extraño si se toma en cuenta que, según varios de sus biógrafos, padecía enfermedades como narcolepsia y epilepsia (hoy la ciencia ya ha probado que el uso medicinal de la cannabis tiene efectos positivos en pacientes epilépticos).

“En ese pasaje (de Glauco), Dante ve a Beatriz metida dentro del disco solar como si fuera un espíritu cósmico. A pesar de la intensa luz, el poeta no aparta la mirada de su amada, quien le habla desde las alturas. La imaginación de Dante es tan poderosa como increíble, parece decirnos Reynolds, quien sugiere que toda la estructura del Paraíso fue escrita bajo un lente psicodélico”, asegura el escritor venezolano Gustavo Valle en su ensayo Beatrice en el cielo con diamantes, publicado en 2007 en Letras Libres.

Esta historia levantó polémica, sobre todo entre los estudiosos más conservadores de su obra, quienes argumentaron que no hay evidencia histórica suficiente para sostener la versión de un Dante asiduo a las sustancias psicotrópicas.

Luego de que Reynolds publicara su libro, el diario Times Literary Supplement —una de las publicaciones culturales más prestigiosas del Reino Unido— lanzó un artículo con un encabezado incendiario: Dante Drogato.

“Los dantistas italianos pusieron el grito al cielo y rechazaron la figura de su héroe infamado. A sus 94 años, Barbara Reynolds no imaginó que los pocos renglones que dedicó a este asunto desatarían una tormenta y herirían la sensibilidad de muchos”, observó Valle.

En la Edad Media —explica Marco Santagata— la epilepsia todavía era considerada una enfermedad sagrada heredada por el mundo antiguo. De este modo, los epilépticos eran una especie de “intervenidos” por Dios, pero no como un milagro, sino como un castigo. Sin embargo, en el Medievo, esa sacralidad se convierte en algo demoniaco.

“El epiléptico está poseído por el demonio. No solo es una enfermedad infamante, a menudo confundida con la locura, sino que es también socialmente peligrosa porque puede transmitirse, además de por herencia, por contagio”, señala Santagata.

Aunque han sido muchas las interpretaciones que se han hecho sobre La Divina Comedia para entender la vida de Dante —las neurológicas y psicológicas son sólo algunas de ellas—, no resulta sencillo llegar a la verdad porque hace 700 años la literatura estaba insertada en una tradición social, cultural, económica y política completamente distinta.

“Es importante conocer el contexto en el que (la obra) fue escrita y traducida. Hay cuestiones específicas sobre la alegoría que la hacen muy distinta a la poesía moderna, porque es muy diferente analizar la poesía medieval a analizar la poesía moderna”, dice en entrevista Sabina Longhitano Piazza, académica de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

Santagato no duda en afirmar que la epilepsia fue un factor determinante para que Dante se sintiera un ser tocado por fuerzas no terrenales. De algún modo, dice, certificó su íntima convicción de ser excepcional.

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