240 de la fundación de la Academia de «las Nobles Artes de San Carlos»

Doscientos cuarenta aniversario
Ángeles González Gamio
Este año se cumplen 240 de la fundación de la Academia de las Nobles Artes de San Carlos de la Nueva España, cuyo bello inmueble aún existe en la calle que lleva su nombre. Continúa dedicada a las actividades artísticas al amparo de la UNAM, la bendita institución que ha formado cientos de generaciones de mujeres y hombres que han contribuido de manera relevante a forjar el extraordinario país que tenemos.

Vamos a recordar su historia, que comienza en el majestuoso edificio en la calle Moneda, que actualmente alberga al Museo Nacional de las Culturas, y originalmente se construyó para que fuera la sede de la Casa de Moneda. Entre sus funciones, además de la acuñación, estaba la del diseño de las monedas. El grabador mayor, Gerónimo Antonio Gil, propuso establecer una academia de grabado.

Al aceptarse la propuesta su entusiasmo lo llevó a convencer al superintendente de la institución de promover la fundación de una academia de las nobles artes, a semejanza de la de San Fernando de Madrid. El virrey vio con agrado la idea y el 4 de noviembre de 1785 se iniciaron los cursos en la escuela de grabado de la Casa de Moneda y cuatro años más tarde se inauguró oficialmente la Academia de las Nobles Artes de San Carlos de la Nueva España.

Aquí funcionó 10 años, pero por la insuficiencia de espacio en 1791 se trasladó al que había sido el Hospital del Amor de Dios. Lo fundó fray Juan de Zumárraga a mediados del siglo XVI; fue conocido como el hospital de las bubas, por ser una de las manifestaciones del mal venéreo que padecían los pacientes.

Con adaptaciones al inmueble, la academia comenzó a desarrollarse con gran éxito hasta la época de la Independencia, en que las continuas crisis políticas afectaron la economía del país. La institución tuvo un largo periodo de problemas económicos que la llevaron a la ruina, hasta que Santa Anna le cedió las rentas de la Lotería y esto la salvó; el administrador Javier Echeverría la manejó con tanto éxito bajo el nombre de Lotería de San Carlos que obtuvo ganancias suficientes para comprar el inmueble en 76 mil pesos y remodelarlo.

En 1858 el arquitecto italiano Javier Cavallari, quien había sido contratado como director de la academia, emprendió la remodelación del viejo hospital que dio por resultado el hermoso edificio que todavía podemos admirar. La fachada principal, estilo renacentista, es almohadillada y la ornamentan medallones y un nicho que contiene una copia de la escultura de San Jorge, de Donatello. El original de bronce fue un obsequio del gobierno de Italia al de México por el centenario de la Independencia. Hace casi una década era el que estaba en el nicho, hasta que un ambulante que amarraba su tenderete al cuello tuvo a bien degollarlo. Ya restaurada se custodia en la biblioteca.

Al continuar la remodelación, no pudo extenderse a la fachada de la calle lateral por falta de fondos y ahí se puede apreciar cómo lucía el Hospital del Amor de Dios en el exterior. Adentro las reformas dieron como resultado un amplio patio en estilo neoclásico, con columnas en sus dos plantas. Lo cubre una bóveda de hierro y cristal que diseñó en 1912 el arquitecto Antonio Rivas Mercado.

Un atractivo especial son las esculturas que lo adornan, réplicas en yeso de las más importantes de museos de España e Italia. Fueron realizadas personalmente por Manuel Tolsá, quien las trajo consigo cuando lo contrataron como maestro de la Academia de San Carlos.

De sus aulas egresaron los artistas y arquitectos mexicanos más notables de finales de los siglos XVIII, XIX y la mitad del XX, en que se trasladó a la flamante Ciudad Universitaria y el soberbio inmueble quedó para los posgrados.

Para no salir de la nostalgia vamos al Bar Mancera, en Venustiano Carranza 49, que nació justo hace 100 años como parte del hotel de ese nombre que se cerró en 1979. Por fortuna el bar siguió vivo con su primorosa decoración afrancesada: yesería, lambrines, mobiliario y la barra y contra barra de fina caoba, candiles y vidrios biselados. Vale la pena probar las especialidades Mancera: el espagueti con albahaca y queso parmesano y el solomillo. Si es vegetariano hay una hamburguesa de soya con pan artesanal.

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