Wole Soyinka nació el 13 de julio de 1934 en Abeokuta, Nigeria

“Mi conciencia política brota de dos fuentes principales.
Por un lado, estaban las discusiones diarias entre
adultos que presenciaba, y que me causaban gran
impacto. Como le decía antes, mi padre era maestro de
escuela y eso me permitía ser testigo de disputas
políticas comprometedoras. Por otro lado, en aquella
época se produjo un levantamiento de las mujeres contra
el régimen feudal.”

Wole Soyinka
Dramaturgo, poeta, novelista, activista

Wole Soyinka nació el 13 de julio de 1934 en Abeokuta, Nigeria. Fue un dramaturgo, poeta, novelista en lengua inglesa, activista y crítico nigeriano. En 1986 recibió el Premio Nobel de Literatura,[1] convirtiéndose en la primera persona africana en recibir el galardón. Su discurso de aceptación “El pasado debe abordar su presente” rompió la tradición de sus predecesores cuyos discursos giraban en torno a la en lengua inglesa literatura, Soyinka lo dedico a Nelson Mandela encarcelado por el régimen de Pretoria, el argumento estuvo articulado sobre la presencia del pasado como protagonista del tiempo presente, fue una crítica explicita al Apartheid, su irracional política de segregación racial impuesta a la mayoría por el gobierno de Sudáfrica, un recuento de la opresión de los pueblos africanos. Entre otras cosas señalo: “Cada acto de terror racista, con su enorme aumento de refinamiento en los métodos de exterminio, es una forma de reconocimiento del potencial de los oprimidos y de que la victoria de éstos camina cada vez a pasos más rápidos” [2]

De 1960 a 1964, Soyinka fue coeditor de Black Orpheus, importante revista literaria. A partir de 1960 enseñó literatura y teatro, y dirigió grupos teatrales en varias universidades nigerianas, como las de Ibadan, Ife y Lagos. Después de ganar el Premio Nobel, fue buscado como profesor, y muchas de sus conferencias se publicaron, en particular las Reith Lectures de 2004, como “Climate of Fear” (2004, “Clima de Miedo”).[3]

En 1969, durante la guerra civil de Nigeria, Soyinka, escribió un artículo a favor del alto al fuego. Como resultado de esta petición, fue encarcelado por 22 meses. No desaprovechó la experiencia: durante ese tiempo la escribió en El hombre ha muerto (1972) y la novela La estación del caos (1973).[4]En 1972 se exilió voluntariamente, inaugurando una intensa etapa en la que escribió notables piezas de teatro: Las metamorfosis del hermano Jero; The Bacchae of Euripides: A Communion Rite[5]?Las Bacantes de Eurípides: un rito de comunión, esta obra se estrenó en el teatro nacional de Londres en 1973 y, además de replantear la obra de Eurípides, integra las mitologías y ritos del dios Baco (Dionisio) o con los del yoruba Ogun? y Madmen and Specialists ?Locos y especialistas, esta obra puede vincularse al teatro del absurdo por su profunda sátira alrededor del abuso a los derechos fundamentales y los abusadores ?.[6]Cuatro años después, en 1976, publicó su más importante libro de ensayos: Myth, Literature and the African World (Mito, literatura y mundo africano).[7]

La ocasión de 1969, no fue la única en prisión. Entró a la cárcel varias veces, y también ha vivido el exilio más de una: a Francia, Inglaterra y Estados Unidos. En este último país fue profesor de Estudios Africanos en la Universidad de Cornell, y de Escritura Creativa en las de Nevada, Las Vegas, y de Loyola Marymount.[8] Sin embargo, Soyinka tenía clara sus posturas como escritor y como ciudadano comprometido con la sociedad de su país y continente, consideraba que sus encarcelamientos no se debían al contenido de sus obras, sino más bien a su postura como activista político, con críticas al gobierno, y que, al ser más visible como figura pública, sus opiniones tenían mayor eco, confianza y veracidad entre la sociedad.

Este gran autor de poemas, ensayos, memorias, novelas y obras de teatro, ha publicado diversas obras.[9] Entre los títulos más destacados encontramos :[10]

  • La muerte y el caballero del rey
  • El hombre ha muerto
  • Ake. Es éste una autobiografía. El título proviene del nombre de la aldea donde Soyinka creció, y en él describe, de un modo vívido e imaginativo, su infancia y educación bajo las tradiciones yorubas.

Finalmente, de la obra del hoy un septuagenario de imponente presencia física compartimos con gusto un fragmento de Los Interpretes[11], invitación indirecta a su lectura:

Si simplemente fuéramos, si simplemente fuéramos y no sintiéramos las cuerdas que nos esclavizan, para caer desde agujeros impersonales al vacío sin deberles nada de nuestros yoes ni a los muertos ni a los vivos, y creciéramos hacia eso, sin acomodar ni debilitar nuestra voluntad con la comprensión, de modo que cuando el presente se quebrara sobre nuestras cabezas enseguida encontrásemos una nueva Ley para vivir.

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