Muchos se quejaron de los últimos premios Grammy

Bemol sostenido

Alonso Arreola

 

Muchos se quejaron de los últimos premios Grammy. Verbigracia, la fanaticada de bts (banda de pop coreano) que no podía dar crédito ante el desaire de la Academia por no galardonarlos, justo cuando sus amados chicos hicieron el viaje hasta Las Vegas. Desde nuestra perspectiva, empero, la ceremonia intentó volver a los cimientos de su industria de manera inteligente, incluso manteniendo su consabido sesgo territorial e idiomático. Hablamos de una diversidad real y no sólo “políticamente correcta” que, además de cumplir con la agenda de género incluyó contenidos de amplitud generacional, religiosa, estética e histórica.

Ahora, sin afán de recuento y soslayando quién ganó en cuál categoría, lectora, lector, diremos que varias presencias del pasado sorprendieron gratamente (sobre todo la de Joni Mitchel, homenajeada especial) y que algunas actuaciones fueron soberbias, tanto en la premiere previa como en la ceremonia televisada. A botepronto y para que busque en Youtube quitando paja, podemos decirle que lo hecho por el rapero Nas, acompañado con tremenda big band, fue notable. También lo de Chris Templeton, titán del country, quien creemos tuvo la mejor actuación de la noche. Cerca de él estuvieron los virtuosos abridores Bruno Mars y Anderson .Paak. Su proyecto Silk Sonic acaparó tres estatuillas luego de lanzarse en los Grammys del año pasado. Dicho esto, dejamos a un lado lo hecho por John Legend y Jon Batiste.

El primero, lo sabemos, es un gran pianista y compositor de rhythm and blues y pop; un cantante original a quien importa el pasado de la música afroamericana. Alguien adecuado para presentar un tema inédito contra la guerra al que se sumaron tres invitadas de Ucrania (Siuzanna Iglidan, Mika Newton, Lyuba Yakimchuk) como parte de la campaña de Global Citizen bautizada Stand Up For Ukraine. El nombre de la canción es “Free”. Y claro, entendemos que para algunos conspiranoicos la idea se autodestruya: ¿los Grammys estadunidenses señalando las acciones del ejército de Putin? Para nosotros, sin embargo, es recordatorio de lo que también son las canciones en tanto vehículos de cariño, solidaridad y resistencia. (Además, el régimen ruso de hoy está lejos de lo que fuera la urss.)

Presentada en video con gran carácter y lucidez por el propio presidente ucraniano Volodymyr Zelensky, la pieza cimbró la noche. “Nuestros músicos usan chalecos antibalas en lugar de esmóquines. Le cantan a los heridos en los hospitales, incluso a los que no pueden oírlos”, dijo para luego agregar: “Llenen el silencio con su música. Llénenlo hoy para contar nuestra historia. Digan la verdad sobre la guerra en sus redes sociales, en la televisión […] Entonces la paz llegará a nuestras ciudades.”

Luego de todo lo anterior, hay que decirlo: el gran ganador de los Grammys fue Jon Batiste, tipo al que cuesta trabajo reconstruir por escrito. Sus treinta y cinco años le han alcanzado para navegar por ríos que no suelen confluir. Por un lado está el de su estirpe familiar, pues muchos en casa han sido músicos reconocidos con quienes tocó desde los ocho años de edad enalteciendo la herencia negra de Luisiana. Por otro lado está el río de la academia: Jon Batiste estudió en el Centro de Artes Creativas de su natal Nueva Orleáns y más tarde en la afamada Julliard neoyorquina. Otro río más es el de su interés por los videojuegos, la cultura pop y los problemas sociales, raciales y políticos de Estados Unidos, lo que da gusto corroborar en letras, videos, protestas y relaciones ideológicas como la que mantiene con el director Spike Lee, para quien ya ha actuado en dos películas (Red Hook Summer Da Sweet Blood of Jesus).

Es por todo esto que, más allá de las modas y con la radio
en decadencia, nos gusta pensar que la música estadunidense fluye de nuevo en esas ricas vetas creativas que parecen contrarias pero que se dan la mano inevitablemente: la negra del funk, el jazz y el soul; la blanca del country, el bluegrass y el rock. Buen domingo. Buenos sonidos. Buena semana.

 

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