«Siento la obligación de comenzar esta carta, confesándole que habría preferido ser músico y no escritor»

Cinexcusas

Luis Tovar

Efjaristó, kirie Vangelis

 

Siento la obligación de comenzar esta carta, señor Vangelis, confesándole que me sucede lo que a muchos colegas de las letras: habría preferido ser músico y no escritor, y sé bien que una afirmación así puede responderse de manera tajante: si no soy músico no se debe tanto a no haber podido como a no haber querido serlo en realidad. Siempre me repito que no es eso sino que nunca tuve la oportunidad y, más importante, la capacidad, pero invariablemente vuelvo a decirme lo de antes: que si no soy músico…

De ese ritornello torturante lo que rescato y ha sido mi más inagotable, invariable y valiosa fuente de felicidad y gozo, es la música en sí; no el hecho ya asimilado de haber deseado crearla y no ser capaz, sino el privilegio inconmensurable de vivirla; no digo escucharla porque, según mi experiencia, a la música se le experimenta a partir del oído pero, cuando es de verdad –quiero decir, la música y la comunión con ella–, trasciende con mucho ese sentido.

Es aquí donde usted, por supuesto ajeno al suceso, entró para siempre en mi vida, y me congratulo de ser uno más de los millones de personas a quienes debió pasarles igual: era todavía niño cuando vi por primera vez Cosmos, esa obra magnífica de Carl Sagan. Entonces no sabía que el tema musical era de usted, pero mi concepción del Universo quedó asociada indisolublemente a esos sonidos, auténtica música de las esferas.

Ya eso bastaría para reservarle un sitio aparte en mi experiencia de la música en particular y del conocimiento del mundo en general, pero felizmente fue apenas el comienzo de lo que, parafraseando a Sagan, ha sido y sigue siendo un viaje personal: me di a la tarea de conseguir cuanto fuera posible de su trabajo y me enriquecí –lo sigo haciendo, y no pretendo ningún orden de aparición ni relevancia– gracias entre muchas otras a las Odas y las Rapsodias con Irene Papas; con Jon Anderson las Historias cortas, la Colección privada Los amigos de Mr. Cairo, este último, suerte de soundtrack de una película que cada quien debe imaginar por su cuenta, lo cual por supuesto me lleva adonde inevitablemente debe llegarse: las películas tocadas por la Gracia de su sensibilidad. No soy tan torpe como para desdeñar o minimizar Carros de fuegoLa conquista del paraísoEl GrecoAntarctica ni cualquier otra banda sonora surgida de su alma pero, ya que de un viaje personal se trata, le diré que siento, disfruto, vivo y le agradezco más que esas cumbres, esa otra que para mí no tiene paralelo posible: Blade Runner, y en particular “Love Theme”, incluyendo al sax tenor de Dick Morrisey. (No sé si lo he conseguido pero, hasta este punto, he tratado de evitar la sensiblería; empero, me resulta imposible callar la idea que se instaló en mi mente desde la primera de las decenas de veces que he vuelto a ver la película: si el Amor, con mayúscula, posee un sonido propio, sin duda es el que usted eligió para la secuencia en la que, sentada al piano, Rachael desanuda su cabellera, Deckard despierta, va con ella, se aproxima, roza su cuello, se miran a nada de distancia, él intenta besarla, ella teme, se levanta, él va tras ella, impide que huya, se funden…)

A no ser porque la nave Voyager fue lanzada años antes al espacio, ese soundtrack entero debería formar parte de Los sonidos de la Tierra, como habría tenido que ser parte su tercer disco solista, concebido tan temprano en su carrera como 1975, y del cual por cierto procede el fragmento seleccionado para Cosmos: hablo, claro, de Heaven and Hell, para mí su obra máxima entre tantas obras maestras, que no sé cómo describir ni de qué manera explicar lo que me causa, y puesto que desde un principio renuncié a la imposible objetividad y asumo la indulgencia con la que debió recibir los elogios más desmedidos a su obra, sólo le confesaré que jamás puedo escuchar esa versión suya de la Realidad entera sin que acabe ciego de lágrimas.

Por tanto y tan hermoso, efjaristó para políkirie Vangelis.

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