Discursos sobre la historia universal en la América criolla 1770-1850.

Del ocultamiento a la invención

David Noria

Cáustico y erudito, Taboada arremete contra el eurocentrismo y el proyecto liberal del siglo XIX en sus derivas unificadoras y aplanadoras. Proyecto del que apenas el mundo, con dificultad, se está sacudiendo algunos de sus postulados más problemáticos, como lo señala Andrés Kozel en el prólogo. Pero, obra de historiografía al fin –bien que teñida a veces de enérgica arenga– los Discursos de Taboada distinguen dos momentos diferentes en la historia de las ideas en América Latina. En el primero, a fines del siglo XVIII y en el período de Independencias, los pensadores criollos mostraron mayor sensibilidad por otros confines del mundo más allá de Europa y también por la realidad americana misma. Hablando de ese momento de la Ilustración en los Virreinatos y Colonias, dice Taboada que se trataba de:

Una actitud dispuesta a observar a los otros pueblos, a oír otras voces, reconocer valores en ellas y buscar de ese modo un esquema no marcado por el eurocentrismo. […] Una concepción más amplia permite adosarle pensamientos también nacidos de la apertura axial de la Ilustración y cuyos orígenes en América se esconden detrás de la “disputa del Nuevo Mundo” contra los relatos europeos sobre la inferioridad indiana y detrás de la “epistemología patriótica” de raíces escolásticas y jesuitas, caracterizada por la defensa de la naturaleza y civilizaciones precolombinas pero además por la revalorización de ciertas fuentes de origen indígena, el atesoramiento y coleccionismo de éstas, inclusive un inicio de prospección arqueológica.

Era un tiempo, además, en que la Nao de Indias y el Galeón de Manila propiciaban redes de comercio desde California a Chile, flanco que abrió a los americanos no sólo el flujo de riquezas materiales, sino de apertura mental y de mayor experiencia con la otredad. “Rarísimo –dice Taboada– era ver un chino en Europa, mientras podía ser presencia cotidiana en las grandes capitales multiétnicas de México, Lima o Río de Janeiro con sólo ir de compras o cortarse el pelo.” En este sentido, a un trato cotidiano con China siguió una idea negativa de ella como cuna del despotismo, importada de Europa y a la que se adhirió, entre otros, Bolívar. Otras ideas fueron igualmente recibidas e impuestas al cabo: un juicio negativo de la Edad Media (germen de la Leyenda Negra española), el recelo contra Rusia, el desprestigio de los clásicos grecolatinos como escuela del pensamiento histórico y letrado. Cierto que hubo muchos matices, y acaso el mayor logro de los Discursos sobre la historia universal en la América criolla sea el de constituir una especie de enciclopedia donde todos comparecen. Pero a pesar de la primera impresión no se trata sólo de un prontuario de imposturas, un florilegio de equívocos seculares, un catálogo del facilismo criollo y de la obcecación europea, sino un apuntalamiento de realidades valiosas ya olvidadas en ambos lados del Atlántico, de esfuerzos nobles de pensadores y políticos, de destellos que, aquí y allá, nos invitan a retomar la esperanza en una América más sensata y fiel a lo que pudiera ser, y de hecho es, aunque sin plena conciencia de sí misma. Algunos dirán acaso que el libro deja un sabor amargo, pero de vez en cuando las purgas son necesarias.

 

Fe de erratas: En el número 1438 del 25/IX/2022, el traductor del artículo “En memoria de Godard…” es Rafael Vargas.

 

 

Esta entrada fue publicada en Mundo.