«La Duda» película y obra teatral, en dónde el ser humano quiere encontrar culpables, víctimas y victimarios

La obra Duda: la parábola enseña que toda historia es interpretación de alguien
Ana Guzmán Quintero protagoniza Duda: la parábola, ganadora del Pulitzer al Mejor Drama en 2004 y del Tony a Mejor Obra un año después.
Ángel Vargas
La Jornada

Más allá de desafiar nuestras creencias religiosas, la obra Duda: la parábola, del dramaturgo estadunidense John Patrick Shanley, es un implacable cuestionamiento a los conceptos y certezas que rigen nuestro mundo.

Ganadora del Pulitzer al Mejor Drama en 2004 y del Tony a Mejor Obra un año después, se encuentra en temporada en el Foro Shakespeare (Zamora 7, colonia Condesa), con funciones los lunes a las 20:30 horas, hasta el 10 de junio.

Para mí esta obra es un ejercicio para conocer más la mente humana. El autor usa el arte, una obra, una historia para que el espectador se dé cuenta de su necesidad de crear historias, de vivir en ellas, de tener una historia y un juicio contundente y firme que muchas veces termina siendo unilateral y muy básico, sostiene José Sampedro, su director.

Esto significa que nuestra mente, al parecer, siempre quiere encontrar culpables, víctimas y victimarios, quién lo hizo o no lo hizo, condenar y enjuiciar. Y el autor hace esta obra para que nos demos cuenta de esa necesidad y de que, quizá, dudar es un ejercicio fascinante e importantísimo para la evolución del ser humano.

Explica que como creador o intérprete siente profundo interés por cómo todos necesitamos historias y cómo somos casi nada sin ellas. Al mismo tiempo, me llama mucho la atención que ninguna historia es cierta, cómo todo es una interpretación de alguien.

Duda: la parábola, considera, es una creación magistral, pues el autor hace un trabajo excepcional en las preguntas que plantea al espectador sobre esa necesidad.

Situada en los años 60 del siglo pasado en un colegio religioso del condado neoyorquino del Bronx, en esta pieza escénica de casi dos horas se pone en relieve la manera en que la incertidumbre puede llegar a corroer el alma y llevarnos a la peor de las angustias y desazones.

Cuenta la historia de las fuertes tribulaciones que enfrenta la monja directora del centro educativo al enterarse del raro encuentro privado de un sacerdote con uno de los alumnos, que le genera fuertes sospechas sobre una turbia e indecente relación entre ellos.

Esa idea empieza a cobrar mayor fuerza hasta llevarla, junto con todos los involucrados, a fuertes consecuencias en las que cada uno empieza a dudar de todos los conceptos que sostenían su mundo.

De acuerdo con José Sampedro (Ciudad de México, 1987), más que con fines de denuncia, el tema de la pederastia es usado en esta pieza teatral como una excusaLo que me parece fascinante no es si el padre abusó o no, sino las profundas dudas en que caen todos los personajes: por ejemplo, que la madre del niño supuestamente agredido cuestione a la directora si es realmente malo que su hijo de 13 años esté mejor, más feliz y amado que nunca.

Para el también actor, bailarín y cantante, otro aspecto interesante de esta propuesta tiene que ver con el patriarcado, ese poder que los hombres buscan ejercer sobre las mujeres, así como la supuesta hegemonía de la raza blanca, ya que el niño que presumiblemente fue violentado es el único de origen afroestadunidense en la escuela.

El creador precisa que optó por un montaje minimalista, sin más elementos en el escenario que cuatro sillas que se van acomodando según las acciones, debido a su interés de que el enfoque esté completamente en el actor.

Imaginar el mundo

No hay nada más poderoso que invitar al espectador a imaginarse el mundo. Entre más elementos se le ponen, ya le estás dando el universo, en vez de invitarlo a que él lo cree en su mente, como pasa con la lectura. Me gusta que la gente imagine todo, y esta vez lo llevé al extremo, al no tener siquiera utilería, indica.

Me gusta el resultado. Para esta obra funciona mucho la sensación de vacío, pulcritud y rectitud, que las cosas son completamente blancas o negras. Me gusta que la escenografía sea reflejo de esa mente completamente binaria de la hermana Alloysus (la directora de la escuela), donde sólo existe el negro o el blanco.

Duda: la parábola es protagonizada por Emma Dib, Antón Araiza, Conchi León y Ana Guzmán Quintero (ganadora del Premio Metro como Mejor Actuación Femenina Principal en una obra).

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