Ámbar Past, se enamoró de Chiapas y se instaló en San Cristóbal de las Casas, aprendió: chol, tojolabal, tsoltsil y tseltal

La flor de la palabra

Irma Pineda Santiago

Ámbar Past nació en Estados Unidos en 1949, se enamoró de Chiapas y se instaló en San Cristóbal de las Casas en los años setenta, donde se encontró con las culturas chol, tojolabal, tsoltsil y tseltal, entre otras. Al principio no era muy bien vista por la gente (por ser güera, sonreía a todos, iba al mercado con canasta y riendo sola por las calles), pero al final su inteligencia y creatividad la hicieron hija del pueblo. Aprendió tsotsil y en 1975 fundó la cooperativa Taller de Leñateros, con la participación fundamental de varias mujeres indígenas a quienes Ámbar enseñó a reciclar papel, pasto, hojas y flores secas y otras cosas que parecían basura, que luego de la alquimia se convertían en hermosas páginas para libretas, libros, revistas o carteles.

Las mujeres de este taller también aprendieron poesía, recuperaron las historias de sus ancestras, inventaron otras y encontraron en Ámbar Past una excelente traductora y editora, para hacer un libro que es una obra de arte en su totalidad, Conjuros y ebriedades: cantos de mujeres mayas, el cual recopila las creaciones literarias de estas mujeres, algunos escritos traducidos por ellas mismas, otros dictados a la editora quien, además de transcribir, tradujo al español algunos poemas creados en tsotsil. Publicada en 1998, esta antología tiene como portada una máscara de papel marrón hecha a mano y guarda entre sus hojas una colección de poemas para hechizar, encantar, invocar, conjurar y maldecir, desde un sincretismo lleno de humor y asombro, como el hechizo para matar al hombre infiel, para que no muerda el perro al novio, para que no venga el ejército o para vender “pexi cola”.

En el Taller de Leñateros las mujeres indígenas reforzaron su vena artística desde la palabra o el diseño de hojas, libretas y textiles. También aprendieron a ser administradoras, ejecutivas, empresarias y a tener poder sobre su economía y su vida. Recordé esto al mirar la cantidad infame de publicidad que encontramos por todos lados (en medios impresos, audiovisuales y digitales), para “celebrar” a las mujeres en el mes de marzo, a propósito del Día Internacional de la Mujer, que es cuando funcionarios, instituciones y candidatos a cargos políticos se acuerdan de esta población y sus derechos, aunque a duras penas mencionan a las mujeres indígenas y todo aquello que aún hace falta en las comunidades para que estos derechos, que se leen tan lindos en el papel, se hagan realidad.

Ámbar Past, por su parte, sin pedir ningún reflector, ha puesto luz en la vida de muchas mujeres desde la cooperativa que fundó, desde la revista La Jícara, desde su propia poesía, bella y transparente, o desde su heterónima, Munda Tostón, quien habla un idioma extraño. Por eso Ámbar tiene que traducirla, para contar historias de indios, sí, así como suena, ¿qué diferencia hay si se dice indígena, originario, nativo? Igual nos miran con indiferencia, con lástima o asco. Elegir palabras que se escuchen menos feas nunca mejoró el trato hacia la gente de piel morena, rojiza, cobriza o negra. Por eso Munda no es hipócrita, no le interesa ser “políticamente correcta”, ni Ámbar Past, su traductora, desea cambiar su pensamiento.

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