Juan Rulfo publicó «Pedro Páramo» en marzo de 1955. La novela cuenta dos líneas de acción

Juan Rulfo publicó Pedro Páramo en marzo de 1955 bajo el sello del Fondo de Cultura Económica. La novela cuenta dos grandes líneas de acción, cada una con su respectivo protagonista: la línea y el destino de Juan Preciado y la de su padre, Pedro Páramo, íntimamente ligados a los del resto de los personajes. El título es muy afortunado para una obra que narra los nudos fundamentales de un destino individual: el de un cacique que tiene de tal modo a una comarca en sus manos que cuando en venganza decide cruzarse de brazos, la región entera decae y acaba despoblándose, hasta convertir a Comala en un pueblo fantasma. De esa forma, unidos a tal punto los destinos del poderoso y del pueblo, el título alude a la suerte final de ambos: la dura piedra y el desierto asfixiante. Cuando Rulfo escribió esta novela, amenazaba a las letras mexicanas la insistencia de que ya no podía escribirse nada valioso sobre el campo y sobre la Revolución mexicana; Pedro Páramo comprobó que era posible. Nunca en la literatura mexicana tan pocas palabras han dicho –y dicen– tanto como la obra de Rulfo.

La novela cuenta dos grandes líneas de acción, cada una con su respectivo protagonista: la línea y el destino de Juan Preciado y la de su padre, Pedro Páramo, íntimamente ligados a los del resto de los personajes. El título es muy afortunado para una obra que narra los nudos fundamentales de un destino individual: el de un cacique que tiene de tal modo a una comarca en sus manos que cuando en venganza decide cruzarse de brazos, la región entera decae y acaba despoblándose, hasta convertir a Comala en un pueblo fantasma. De esa forma, unidos a tal punto los destinos del poderoso y del pueblo, el título alude a la suerte final de ambos: la dura piedra y el desierto asfixiante. Cuando Rulfo escribió esta novela, amenazaba a las letras mexicanas la insistencia de que ya no podía escribirse nada valioso sobre el campo y sobre la Revolución mexicana; Pedro Páramo comprobó que era posible. Nunca en la literatura mexicana tan pocas palabras han dicho –y dicen– tanto como la obra de Rulfo.

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