Carlos Fuentes y la imaginación

Reflexiona Fuentes sobre la imaginación

Miércoles, 15 de Octubre de 2008

Carlos Rubio / Corresponsal
Reforma
Madrid, España

  • Reflexiona Fuentes sobre la imaginación
  • Fuentes mostró que existe una cultura no escrita que se manifiesta en la memoria y la transmisión oral

«Seamos incluyentes, no excluyentes. Reconozcámonos al sur y al norte y en ambos lados del Atlántico, en la comunidad de la imaginación y de la palabra», demandó el escritor mexicano Carlos Fuentes, en la conferencia magistral titulada «La nueva narrativa hispanoamericana», que pronunció hoy miércoles en la Casa de América de la capital española.

El autor de «Terra nostra» hizo un amplio recorrido por la literatura latinoamericana, citando ejemplos concretos de algunas de las obras escritas en la última década por los mexicanos Jorge Volpi, Ignacio Padilla, Pedro Palau, Xavier Velasco y Cristina Rivera Garza, los chilenos Carlos Franz, Sergio Misana o Roberto Bolaño, la argentina Silvia Iparraguirre, el peruano Santiago Roncagliolo o el colombiano Juan Gabriel Vázquez.

Exponiendo y proponiendo un abanico de autores, Fuentes mostró que existe una cultura no escrita que se manifiesta en la memoria, la transmisión oral y el cultivo de la tradición del habla de todos los días.

«Digo lo anterior para dejar sentado que la aproximación a la palabra no puede se excluyente o exclusiva», manifestó el escritor, quien añadió que la lengua es como un río caudaloso dueño de un cauce: la oralidad.

«El: ‘¿te acuerdas?’, ‘Buenos días’, ‘Te quiero mucho’, ‘¿Qué hay para cenar?’, ‘Nos vemos mañana’, toda esta profusa corriente de la oralidad corre entre dos riberas: una es la memoria, la otra es la imaginación. El que recuerda, imagina; el que imagina, recuerda. El puente entre las dos riveras se llama lengua oral o escrita», dijo Fuentes.

El autor de «Geografía de la novela» puntualizó que las literatura del continente americano se inician y se perpetuan en la memoria épica, ancestral y mítica de los pueblos del origen.

«América, en el hemisferio occidental, fue una vez un continente deshabitado. De origen asiático o polinesio, la población indígena del hemisferio dijo nuestra primera palabra. Luego refundó la creación del mundo en el ‘Popol Vuh’ y la destrucción del mundo en el ‘Chilam- Balam’. En medio se escucharon hermosos cantos de amor y enseñanza, y acentos bélicos de combate y sangre, palabras que se han prolongado en la literatura oral.

Su ritmo, su recuerdo, su melancolía, subyacen en la literatura en castellano en América, iniciada con la letra de fuego en la Conquista con Bernal Díaz del Castillo y las crónicas de los descubridores que hoy, gracias a Gabriel García Márquez, se llama realismo mágico: novela del asombro, del recuerdo mantificado, de la previsión del fin», recordó.

La Colonia española prohibió la redacción y circulación de novelas alegando que leer ficciones era peligroso para una población recién convertida al cristianismo, lo cual, estimó Fuentes, constituye un elogio de la novela.

Tras observar que la novela despertó tras ese período con «El periquillo sarniento», del mexicano Fernández de Lizardi en 1821, Fuentes relató que el siglo 19 sintió una necesidad impostergable de darle una identidad política a las nuevas naciones independientes latinoamericanas.

«Sentimos la urgencia de conocernos, de identificarnos», agregó.

De Riva Palacio a Machado de Assis, una tradición, expresó Fuentes: la de la mancha, la de la novela que se sabe novela, que nos obliga a leerla, porque esta novela que se llama «Tristam Shandy», «Don Quijote», «Jacques el fatalista», «Memorias póstumas de Bras Cubas» se lee a sí misma, se sabe leída, como don Quijote cuando entra a la imprenta en Barcelona y descubre que la obra que allí se imprime es su propia novela: «Don Quijote de la Mancha».

La picaresca es esencial a la literatura. La épica exige un solo lenguaje. La novela en cambio demanda pluralidad de lenguajes: Ana Karenina no entiende a su marido y Madame Bovary no entiende a su hijo. Don Quijote habla el lenguaje de la épica caballeresca; Sancho Panza el de la picaresca popular. Entre ambos crean la tradición moderna de la novela cervantina: diversidad del habla, reprocesamiento de todos los niveles del lenguaje: lenguaje mestizo, nuestro lenguaje», señaló Fuentes.

Pero ¿cuál es la potencia de nuestro lenguaje?, se preguntó Fuentes, ¿estamos dando todas sus oportunidades a la lengua o se las estamos negando? Y ¿puede haber realidad sin imaginación?, añadió.

Rubén Darío, argumento, renovó poderosamente la lengua poética de ambos lados del Atlántico y, con él, se inicia una revolución del lenguaje que culminará con Pablo Neruda en Chile y César Vallejo en Perú.

«La gran liberación poética del lenguaje le da alas a una prosa imaginativa, renovadora y al cabo poética, en el sentido de fundar la realidad mediante la palabra: Rulfo, Borges, carpentier, Asturias, Onetti, Lezama lema, encarnen el preboom latinoamericano. Seguiría el boom y enseguida el postboom, el miniboom e incluso el antiboom hasta contar con un centenar de buenos novelistas en español de México al Río de la Plata», indicó.

Mujeres escritoras, desplazamiento de mundo rural a la ciudad moderna; variedad de estilos, tendencias, argumentos, referencias y opciones.

«No se puede hablar hoy de una sola escuela literaria: realismo socialista, realismo mágico, novela psicológica o novela política, antipurismo o compromiso. Las categorías del debate anterior han sido superadas por dos cosas que definen en verdad a la literatura: la imaginación y el lenguaje», destacó Fuentes, para quien el signo de la novela hispanoamericana es la variedad, tan numerosa como el tamaño de nuestras ciudades.

Así, Fuentes destacó algunas obras escritas en los últimos años, representativas de la multiplicidad temática y lingüística de nuestro continente, ahora que empieza, puntualizó, un nuevo siglo.

En su recuento, el escritor mexicano no excluyó a los escritores latinos de los Estados Unidos: la literatura chicana de Tomás Rivera y Rodolfo Anaya, Sandra Cisneros y Ana Castillo. Tampoco la literatura cubano-americana de Oscar Hijuelos y Cristina García, o la literatura puertorriqueña de Edwin Torres y Rafael Sánchez.

«Las obras de estos autores contribuyen a crear una continuidad del espíritu con todos nosotros, los escritores y lectores de la América Latina y de España, ya que quiero cruzar el charco y darle presencia entre nosotros a la literatura contemporánea de España: de Juan Goytisolo a José María Pérez Álvarez; de Julián Ríos a Juan Francisco Ferré; Pérez-Reverte, Rosa Conde. Pues entre todos, formamos el universo transatlántico de la lengua y de la imaginación en castellano, el gran territorio de la Mancha», concluyó Fuentes.

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