Gerardo Esquivel Y Fco. Cervantes

En memoria de Francisco Cervantes

Serigrafía de Gerardo Esquivel..

Diario de Querétaro.

Anselmo Ortíz

¡Caramba, ese es Cervantes! pensé.

Entraba yo un día del 2001 al Museo de la Ciudad. Nos cruzamos, mirándonos sin decir palabra. Y otro día lo mismo, y otro. No nos habíamos visto en más de treinta años.

Un buen día simplemente decidimos reconocernos: «Hola. ¿Eres…?»»Sí. ¿Y tú…?» Y empezamos a conversar con frecuencia, relajada, agradablemente. Seguía siendo el mismo. O casi.

Conocí a Cervantes en casa de amigos comunes. Debimos coincidir unas veinte o treinta veces, conversando siempre acerca de libros. Bebía mucho, era burlón, siempre enojado, intolerante, con muy mala leche…en fin, que me caía bien.

Se ganaba la vida en un despacho de publicidad. Era la época del «Ahorra, o nunca» del Banco de Comercio. Fuera, escribía.

Vivía con Elvira, su mujer, en un pequeño condominio de la Unidad Plateros, decorado con toda clase de objetos relativos a la Edad Media. Sostenía la tesis de que el Medioevo no había terminado y que la modernidad no era más que apariencia engañosa, que en realidad seguimos pensando del mismo modo que hace mil años. Los cuarenta años transcurridos desde entonces parecen darle la razón.

Esa lucidez ácida que permeó su vida y sus libros (la misma cosa) permaneció con él hasta el final. Ya no está, pero las conversaciones que sostuvimos tantas veces en estos últimos años continúan a través de sus libros. Qué bueno que nos dejó eso.