Túneles de obsidiana…

Túneles de cristal en el Pico de Orizaba

Minas de obsidiana en el volcán.

Foto: OEM

Organización Editorial Mexicana

Emilio González Gómez

El Sol de Orizaba

«Estábamos rodeados de espejos negros, eran prismas de donde la luz de las velas se reflejaban con débiles destellos», relata el historiador orizabeño Rubén Morante López.

A cada paso se escuchaba en eco de tonos metálicos que se perdían en la profundidad. El frío y la humedad calaban hasta los huesos. Recordé entonces un pasaje del Popol Vuh que habla de la casa de la oscuridad, de la quinta morada, aquella que los quichés llamaban Chayim, la Casa de las Navajas, «donde en todas partes había puntas de obsidiana de muy agudos filos, que estaban haciendo ruido refregándose unas contra otras». Así era aquel sitio de cortantes y afilados cristales que callaban o rechinaban conforma avanzábamos: «Allí se les acabó el tabaco que fumaban y el ocote con que se alumbraban Hun Hunapú y Vucub Hunapú», los hermanos que habrían de ser derrotados por los señores del inframundo, según el mito que aparece en el ancestral libro de los maya quiché.

TÚNELES DE OBSIDIANA EN EL VOLCÁN

Los túneles de una mina de obsidiana están fielmente descritos en esta narración indígena, la cual nos cuenta que para alumbrarse en el interior se empleaban antorchas de ocote, de Chab, como llamaban los mayas a esta resina que se obtiene del pino. Pude entonces imaginar las duras condiciones de trabajo de quienes se encargaban de desprender los bloques de obsidiana del interior de las minas, empleando para ello hachuelas de piedra y palancas de madera. Penetrar en un túnel de obsidiana requiere de esfuerzo y precaución considerables.

MINAS GRANDES Y PEQUEÑAS EN EL PICO

He recorrido cerca de una docena de ellos en las minas del Pico de Orizaba. Algunos son bastante cortos, otros, en cambio tienen más de 70 metros de profundidad. En unos se puede avanzar de pie, pero casi todos los demás son bajos, tanto, que en ciertos puntos hay que avanzar a gatas y sólo en tramos cortos se puede uno incorporar. Tales condiciones, cuando las piedras que cubren el piso, las paredes y el techo son afiladas y agudos los cristales, hacen que, a pesar de todo el cuidado que tengamos, muchas veces advirtamos, al salir a la luz del día, que tenemos las manos cortadas, la cabeza sangrando o la ropa rasgada. En ocasiones ni una gruesa indumentaria nos salva de cortadas en la piel.

HOMBRES RECIOS TRABAJAN EN LAS MINAS

En la época prehispánica, cuando la vestimenta apenas tapaba el cuerpo, dejando al descubierto piernas y brazos, cuando no existían los cascos, trabajar en estas minas debió de ser labor de hombres recios, de piel curtida como el cuero, de músculos fuertes como el hierro y de una resistencia poco usual hoy en día. A los peligrosos de cortadas y desprendimientos, debemos agregar el enorme frío y la altitud, de más de 3 mil 600 metros sobre el nivel del mar que enrarece el aire y hace que la fatiga aparezca rápidamente. A pesar de que sin duda estaban aclimatados y de la posibilidad del uso de protecciones que hoy desconocemos, hablamos de un sitio tan poco habitable que ningún pueblo del México actual se ha fundado a estas alturas.

EXPLOTAN OBSIDIANA CON TÉCNICAS AVANZADAS

Los estudios de la obsidiana mesoamericana son numerosos y hoy se emplean técnicas avanzadas, tales como la activación neutrónica (mediante la cual se hace radiactiva una muestra del material), que permite determinar los elementos presentes, y el análisis por fluorescencia de rayos X, mediante el cual se puede diferencia la procedencia de la obsidiana hallada en un sitio arqueológico y con ellos inferir posibles contactos políticos o comerciales entre dos regiones. Gracias a esto sabemos que la obsidiana del Pico de Orizaba se usó al menos desde hace 5 mil años en la zona de Tehuacan; sabemos que en el periodo Clásico llegó hasta Guatemala y que en el Posclásico surtió algunos talleres mexicas pueblo que tuvo especial interés en conquistar la región (cuya cabecera estaba en Cuauhtochco), una vez que Moctecuhzoma Ilhuicamina la sometió a mediados del siglo XV, y obtuvo el control de las minas.

Durante 4 mil años explotaron los yacimientos

Pero las áreas que aprovecharon la materia prima de estos yacimientos durante más de 4 mil años fueron la costa del Golfo y la zona de Cozcatlán y Thuacán. Se instalaron puntos de control en los sitios de Calcahualco y Coscomatepec, Veracruz, así como en La Mesa y Cantona en Puebla, todos ellos rutas de paso de la preciada piedra. Más allá, en las ricas zonas agrícolas de las llanuras del Jamapa, en el Papaloapan (cuenca alta y baja) y en el río Blanco, las poblaciones montaron estratégicos talleres para fabricar todo tipo de productos de obsidiana, tanto utilitarios como rituales y artesanales. La piedra del rayo, como se le conoce hasta la actualidad en distintas zonas de Mesoamérica también se empleó con fines medicinales. Sahagún rescata uno de estos remedios que dice que las cataratas de los ojos de curaban aplicando polvo de obsidiana. Un método drástico y peligroso, de cuya efectividad para ciertos casos no dudamos, pero que en otros nos hace sospechar que debió provocar ceguera permanente.

MINAS ABANDONADAS EN EL PICO DE ORIZABA

Las minas del Pico de Orizaba tuvieron gran importancia precisamente porque sus materiales son muy adecuados para la elaboración de navajas, ya que la obsidiana extraída de ellas no presenta inclusiones de otros materiales. Sus tonos van del gris muy claro al casi negro y en ocasiones la piedra muestra coloraciones rojizas, dado el alto porcentaje de hierro que contiene. Algunos arqueólogos afirman que por el movimiento de la aguja magnética de una brújula cuando se aproxima a una pieza de obsidiana se puede saber que el material proviene de las minas del Pico de Orizaba. Dentro de las minas este experimento hace que el instrumento pierda toda orientación: la aguja se puede desviar más de 45 grados con respecto al norte verdadero. Sin duda se trata de una obsidiana llena de magnetismo. Sin embargo, ello no es determinante, ya que el fierro también aparece, aunque en menor cantidad, en la obsidiana de otras fuentes.

INDÍGENA CAVÓ EN LA PARED DEL CANTIL PARA EXTRAER LA OBSIDIANA

Para llegar a las vetas más puras, el indígena prehispánico necesitó cavar unos cuatro metros en la pared del cantil. A partir de este punto, los túneles se hacían siguiendo el yacimiento. En ciertos sitios hay bifurcaciones y por lo general siguen una dirección descendente. Para salvar los desniveles se usaron escaleras de madera, de las cuales todavía podemos ver algunas en su sitio original. El sistema de dirigir hacia abajo los tiros me hace pensar que, más que a factores determinados por el yacimiento mismo, se debió a un aspecto práctico que buscaba que el humo de las antorchas se desalojara más rápidamente, usando los tiros a manera de chimeneas. En la boca de cada mina hay un tiradero de lascas que cubren buena parte de la inclinada pendiente.

CUEVAS EN EL VOLCÁN PICO DE ORIZABA

Al salir de un túnel, siempre aparece ante nosotros la imponente imagen del volcán, cuya blancura contrasta con el interior de esas cuevas. Más allá está el majestuoso paisaje de las barrancas y los desfiladeros que conducen las aguas del Jamapa hacia la región de Coscomatepec, bella ciudad del estado de Veracruz donde, en su parque central se ha levantado un monumento a la obsidiana hecho con lascas traídas de estas minas que continuamente son saqueadas por los visitantes. Mucho se ha hablado de la artesanía de obsidiana y aquí sólo cabe agregar que el valor de la piedra en sí es casi nulo. El precio de las piezas se debe al enorme trabajo que representa tallar y pulir este material duro y frágil, factores que persisten a pesar de que hoy se usan diversos tipos de máquinas eléctricas, que van desde los tornos hasta la cámara de samblasteo. En San Juan y en San Martín Teotihuacan se producen para el turismo obras dignas de una galería de arte.

Cerca de la boca de las minas del Pico de Orizaba podemos ver los muros de las habitaciones prehispánicas que ocuparon los mineros.

Algunos recintos son rectangulares, de unos 3 x 5 m hechos con piedras encimadas, careadas y alineadas que ensamblan a la perfección unas con otras, a pesar de que no se emplearon aglutinantes. Quizá estos cuartos eran ocupados por los supervisores.

Otras habitaciones, de menor calidad, probablemente alojaban al minero común; sus paredes son muy rudimentarias, al grado de que algunas, auténticos refugios, se hicieron bajo una roca o en la misma boca de la mina. Es fácil imaginar cómo vivían los hombres que trabajaban en este sitio al observar los restos de sus obras. En esa zona no es posible obtener alimentos, como no sean producto de la escasa cacería, o sea, que debieron proveerse desde los valles aledaños. El agua, en cambio, es abundante en cualquier época del año, pues corren varios arroyos de voces musicales que con sus aguas cristalinas cavan cauces entre las montañas. Hoy todo ello nos parece un tanto poético, pero no creemos que así lo vieran en el remoto pasado los individuos que, cargando pesadas y afiladas piedras, emergían de la tierra con el rostro renegrido y la piel agrietada.

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