Chambor y su río Lacanjá…

Siguen las invasiones en la Selva Lacandona: Chambor

La belleza lacandona se va acabando, pese al esfuerzo de sus habitantes.

Foto: El Heraldo de Chiapas

Organización Editorial Mexicana

Isaí López

El Heraldo de Chiapas

La Selva Lacandona, una región tropical de enigmática belleza, que guarda tesoros de la cultura maya, con su gran valor histórico y paisajístico, sigue siendo víctima de las invasiones, principalmente a manos de indígenas pertenecientes a los grupos étnicos chol y tseltal.

Uno de los líderes morales del grupo étnico lacandón, Carmelo Chambor Yuk, sostiene que cada vez es menos la superficie boscosa o selvática. El permitir que otros grupos nativos se asentaran desde hace muchos años, ha traído un alto costo ambiental, «las ocupaciones ilegales no se han logrado parar».

Aunque no existe con precisión un inventario de la cubierta forestal en la Selva Lacandona, como tampoco la superficie que ha cambiado uso de suelo, insiste que «hay ocupaciones hormiga», es decir, pequeños polígonos que de manera constante están siendo transformados.

El hecho de que autoridades agrarias hayan legalizado la estancia de indígenas no lacandones en la zona, ha sido tomado por otros grupos de autóctonos como pretexto para «seguir acorralando y cercando la Selva Lacandona, por todos lados está la presión y el proceso acelerado e irreversible del cambio de uso del suelo».

«El sitio no tiene comparación como atractivo turístico a nivel mundial y nacional, quien visita una vez la Selva Lacandona se siente obligado de volver, aun cuando para la Secretaría de la Reforma Agraria (SRA) se hayan resuelto desde el 2003 a la fecha 175 de los 183 conflictos agrarios, no se ha llegado a la solución, ni a contener, ni a revertir la presión hacia los recursos naturales, tampoco a reparar los daños de muchos años», menciona.

Chambor Yuk insiste que hace unos días estuvo en esta ciudad, atendiendo temas del sector transporte de su lugar de origen, «falta políticas pública integracionistas, conservacionistas, porque solamente los 860 lacandones nos preocupamos y nos ocupamos en el cuidado de la selva, nadie más».

Los lacandones, dijo, se sitúan en cuatro localidades: Metzabok, Nahá, Bethel y Lacanjá-Chansayab.

La zona, agrega, posee una gran riqueza cultura por ubicarse ahí parte de la historia prehispánica de los numerosos centros arqueológicos, entre los que destacan por su tamaño y esplendor Palenque, Toniná, Bonampak y Yaxchilán, situada en el margen izquierdo del río Usumacinta.

De acuerdo con el hombre de cabellera larga y túnica blanca, es necesario prestar atención a las pequeñas ocupaciones ilegales, con ese proceso que pareciera lento, están ya en riesgo los ríos como el Jataté, Perlas, Lacantún y Lacanjá, entre otros, que vierten sus aguas al Usumacinta, puesto que en algunas zonas se están formando pequeñas islas de selva, «el desmonte va acelerado».

Pide reflexionar sobre el daño ambiental al sitio, debido a que en la fauna silvestre se muestra también una amenaza, debido a la reducción de sus ecosistemas, pues existen especies que necesitan de mucho territorio para sobrevivir, principalmente felinos.

Sin embargo, sustenta que hay muchas especies endémicas en las selvas húmedas y varias especies animales amenazadas o en peligro de extinción, ejemplo de ello, el jaguar, el águila arpía, la guacamaya roja y otros animales.

Dio a conocer que existe ya un reciente acuerdo entre los lacandones que tiene que ser respetado por los indígenas choles y tseltales, «la autoridad los ha permitido, han sido aceptados, pero si acaban su territorio, no les vamos a dar más, tienen que cuidar su selva, su lugar, puesto que no van a poder ocupar otras superficies, lo nuestro seguirá siendo nuestro».

En la década de 1960, oleadas de migrantes choles y tseltales comenzaron a penetrar, en la comunidad de Nueva Palestina y Frontera Corozal, en los márgenes de los ríos Usumacinta, Santo Domingo y Lacanjá, y 33 poblados en la zona de Las Cañadas, a su juicio, la colonización ha generado la pérdida de la cubierta forestal, «que aunque no se quiera ver así, es alarmante».

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