«Los Diegos» por todas partes…

Diego Rivera plasmó su huella en Orizaba

Paisaje de Mixcoac; óleo sobre tela de 1904.

Foto: OEM

Organización Editorial Mexicana

El Sol de Orizaba

Diego María Concepción Juan Nepomuceno Estanislao de la Rivera y Barrientos Acosta y Rodríguez, mejor conocido como Diego Rivera nació en la ciudad de Guanajuato, Guanajuato, el 8 de diciembre de 1886. Su talento para la pintura fue desarrollándose a lo largo de sus años escolares.

Cuando tenía apenas 10 años su familia se trasladó a la Ciudad de México. Allí obtuvo una beca del gobierno para ingresar a la Academia de Bellas Artes de San Carlos, donde permaneció hasta que lo expulsaron en 1902, por haber participado en las revueltas estudiantiles de ese año.

Las influencias que recibió durante su estancia en la capital fueron variadas, van desde las de su primer maestro, discípulo de Ingres; hasta las de José Guadalupe Posada, grabador en cuyo taller trabajó Diego y cuya influencia fue decisiva en su desarrollo artístico posterior.

Cinco años más tarde, Diego hizo su primera exposición que tuvo un gran éxito entre el público; esto le valió una beca del Gobierno de Veracruz para proseguir su formación pictórica en España, en la escuela de San Fernando de Madrid.

Desde allí realizó diversos viajes por Francia, Bélgica, Holanda y Gran Bretaña, entre 1908 y 1910, hasta establecerse en París, en el año 1911. Durante este viaje fue influenciado por el postimpresionismo, principalmente por el arte de Paul Cézanne, lo que lo movió a experimentar con el cubismo y otros novísimos estilos, en cuyo lenguaje se desenvolvió con soltura creando originales obras llenas de armonía.

En el año de 1910 también exhibió 40 de sus trabajos en México, con los que a pesar de no haber desarrollado plenamente las posibilidades de su estilo vigoroso y enfático, obtuvo una favorable acogida del público.

Siempre fue su ambición expresar en forma plástica los sucesos, ideas y esperanzas de la Revolución Mexicana.

Para hallar un medio adecuado a esta expresión tuvo que experimentar con la técnica del fresco. Ésta consiste en pintar directamente sobre la argamasa hecha a base de cal y arena mojada, para que el color penetre y, al secarse aquélla, lo fije.

Nuevamente en Europa, Rivera expuso en Madrid y en París. En 1920 fue a Italia a estudiar los frescos del Renacimiento que allí se conservan, e investigó la técnica mural del pintor renacentista italiano Giotto, cuya influencia lo hizo apartarse del movimiento cubista, para indagar con mayor profundidad en las escenas sociales de su entorno. Antes de embarcarse, Diego tenía en cartera centenares de bocetos para ejecutarlos a su regreso.

De las experiencias reunidas en este viaje, Rivera dedujo un estilo narrativo, lineal y de color aplicado en tintas planas, que utilizó a su regreso a México, en 1921, tras la elección de Álvaro Obregón como presidente.

* Funda la Escuela Mexicana de Pintura con Orozco y Alfaro Siqueiros

Una vez aquí, fundó junto con José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros un movimiento pictórico al que se le dio el nombre de Escuela Mexicana de Pintura. Trabajó por entonces en la elaboración de frescos para la Escuela Nacional Preparatoria de la Ciudad de México y apara la Secretaría de Educación. A este periodo pertenece una de sus grandes obras, «La tierra fecunda», realizada para la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo. En 1929 contrae matrimonio con Frida Kahlo.

Diego Rivera se interesó vivamente en la política y en sus composiciones murales, históricas o simbólicas, resuena la voz de la prédica social-revolucionaria y de la resistencia a la opresión extranjera. Otros de los grandes murales que pueden apreciarse hoy en el país son los del Palacio de Cortés de Cuernavaca, y los del Palacio Nacional, en la Ciudad de México, por mencionar sólo algunos.

Los murales que Rivera pintó en México lo hicieron tan famoso que se convirtió, no sólo en jefe de escuela pictórica, sino también en líder político. Sus actividades en este último orden lo han hecho centro de no pocas polémicas y peripecias, como, por ejemplo, cuando se negó el Hotel del Prado, en la Ciudad de México, a exhibir un gran fresco suyo en que aparecían las palabras «Dios no existe», que Diego, a su vez, se negaba a dejar borrar, hasta que por fin cedió al regresar en 1956 de un viaje a Rusia realizado por motivos de salud. Diego Rivera fue miembro del Partido Comunista de 1923 a 1930 y de 1954 hasta su muerte.

* Pintó murales en Detroit y Nueva York

La expansión de su fama llevó a Rivera durante la década de 1930 a exponer su pintura en Nueva York, y recibió el encargo de la realización de grandes murales en el Instituto de Arte de Detroit y en el Rockefeller Center de Nueva York, donde su fresco «Hombre en la encrucijada» recibió numerosas críticas por la semejanza de los rasgos de una de sus figuras con Lenin.

El mural fue destruido por el centro y sustituido por otro de Brangwyn, pero Diego luego lo reprodujo para el Palacio de Bellas Artes de México. En sus numerosos encargos para decorar edificios públicos, Rivera utilizó el buon fresco, técnica que puso de nuevo en boga, al igual que el empleo de los antiguos métodos encáusticos.

Desde finales de la década de 1930 se dedicó a la pintura paisajista y retratos. Desarrolló en sus últimas pinturas un estilo indigenista y social de gran atractivo popular. Su más ambicioso y gigantesco proyecto, un mural épico sobre la historia de México para el Palacio Nacional, quedó inconcluso a su muerte, acaecida en la Ciudad de México el 25 de noviembre de 1957.

Diego Rivera, en formas simplificadas y con vivo colorido, rescató bellamente el pasado precolombino, así como los momentos más significativos de la historia mexicana: la tierra, el campesino y el obrero; las costumbres, y el carácter popular.

La aportación de la obra de Diego Rivera al arte mexicano moderno fue decisiva en murales y obras de caballete; fue un pintor revolucionario que buscaba llevar el arte al gran público, a la calle y a los edificios, manejando un lenguaje preciso y directo con un estilo realista, pleno de contenido social.

Paralelamente a su esfuerzo creador, Diego Rivera desplegó actividad docente en el país, y reunió una magnífica colección de arte popular mexicano. El Gobierno del Estado de Veracruz adquirió, durante el sexenio de Agustín Acosta Lagunes la colección de «Los Diegos», colección que desde el año 1992 tiene bajo su custodia el Instituto Veracruzano de la Cultura (IVEC).

Fue en ese año cuando se inauguró el Museo de Arte del Estado de Veracruz, que desde entonces fue nombrado como la Casa de los Diegos.

Esta colección ha viajado, con autorización del Gobierno del Estado a diferentes estados y países para dar a conocer la obra de tan destacado pintor mexicano; pero siempre con la consigna de que volverán a su casa, Orizaba.

Para finales del presente mes, la colección de 36 cuadros de Diego Rivera estará nuevamente a la vista del público en el Museo de Arte del Estado, tras una gira de tres meses en el Museo de Arte Joslin de Omaha, Nebraska.

La directora de la pinacoteca, Esther Hernández Palacios Mirón dijo que tras su retorno, hace apenas unos días a esta ciudad, trabajan ya para darles nuevamente su espacio; «vamos a procurar que no viajen tanto para que la gente que los viene a buscar los encuentre aquí en su espacio».

* Hay óleos, acuarelas y dibujos en la colección

Esta es la colección más grande en un espacio público, únicamente superada por la del Museo Dolores Olmedo de la Ciudad de México, de corte privado.

La colección de «Los Diegos» consta de óleos, acuarelas y dibujos que comprenden desde el periodo de Diego en la Academia de San Carlos con obras como «El Pico de Orizaba» o «La Barranca de Mixcoac» de 1906, hasta cuadros como Mujer con Morral de 1945, y dibujos como «Transportando durmientes», «Paleando nueve» o la serie de los «Segadores» de 1956.

* Los Diegos, una de las colecciones más importantes del país

Por su parte la maestra María Dolores Páez Cruz, curadora; dijo que las obras que la integran la hacen una de las más importantes en el país. Estas obras comprenden desde el período de Diego en la Academia de San Carlos con obras como: «El Pico de Orizaba» o «La Barranca de Mixcoac» (1906), que es un ensayo al aire libre; un estudio de color y de texturas, y en la que es evidente la influencia de su maestro José María Velasco.

Su estancia en Europa en obras que denotan las tendencias de moda como Tierras quemadas de Cataluña (1911), en la que la división de la pincelada y la utilización de colores puros lo hace estar cerca del puntillismo; o el cubismo que analizaba y representaba el paisaje y los objetos en vistas conceptuales tomadas desde todas las dimensiones y perspectivas imaginables como el Paisaje de Toledo, del año 1913; «El ferrocarril de Montparnasse», 1917; «El Retrato del Escultor Óscar Miestchaninoff» hecho en 1913; y otras obras en las que su estilo está perfectamente definido como el «Desnudo con Girasoles», de 1946.

Los retratos revelan al gran artista que puede manejar una imagen íntima y melancólica como la de Angelina Beloff o bien la exageración de facciones, postura y cabellera del «Retrato de Actriz» (1948), que le dan a la retratada una intensidad más cercana a la caricatura, o el «Retrato de Lupe Marín» (1924) en el que las inmensas y ondulantes manos, unidas a una mirada de gran intensidad lo emparentan con las corrientes europeas como lo es el expresionismo.

El gran dibujante que fue Diego Rivera queda de manifiesto en los trazos, aparentemente simples, de la «Mujer con morral» (1945), o en sus apuntes de «Mujer con niño» (1920) o en el «Volador en la cúspide». Los dibujos de su última época (1956) «Transportando durmientes», «Paleando nieve» o la serie de los «Segadores» nos revelan su inclinación por el trabajo comunitario y su adhesión al socialismo.

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