«Lienzo de Tlaxcala», códice fundamental

Los verdaderos vencedores
Ángeles González Gamio
A raíz de los 500 años de la derrota de Tenochtitlan y Tlatelolco, mucho se ha comentado que fue posible porque los españoles contaron con el apoyo de miles de aliados indígenas que detestaban a los mexicas. Lo que poco se conoce es la dimensión de dicha ayuda.

En 1552, el virrey Luis de Velasco encargó a los tlaxcaltecas que realizaran un lienzo en el que detallaran su participación, no sólo en la caída de las ciudades mexicas, sino durante las guerras de conquista sostenidas entre 1519 y 1541.

El documento se conoce como Lienzo de Tlaxcala, códice fundamental del que se realizaron tres copias, una para España, otra para el virrey y una tercera se resguardó en el Ayuntamiento de la capital tlaxcalteca. Al paso de los siglos desaparecieron, pero se habían hecho copias, mismas que dispersas y fragmentadas en distintos archivos del mundo las han recopilado connotados investigadores de la UNAM, con el especialista Federico Navarrete a la cabeza.

Se ha logrado dilucidar que las dimensiones del códice original eran de 2 metros de ancho por 5 metros de alto y que estaba conformado por 87 láminas.

El acucioso trabajo ha revelado información que permite conjeturar que la Conquista la lograron los tlaxcaltecas, con la ayuda de un grupo de soldados españoles y guerreros de pueblos aliados.

Esta información la brinda con gran detalle e ilustrativas imágenes el número 169 de la revista Arqueología Mexicana, dedicado al Lienzo de Tlaxcala, con el subtítulo La otra visión de la Conquista.

De gran interés es conocer cómo fue la alianza entre ambos grupos: los tlaxcaltecas libraron varias batallas contra los invasores españoles, pero se percataron que de que, si se juntaban con ellos, les sería posible enfrentarse con éxito a los mexicas de Tenochtitlan que les imponían onerosos tributos y severas restricciones.

La alianza no fue sólo militar, desde un inicio también fue religiosa e incluyó como un primer paso el bautizo de doncellas nobles tlaxcaltecas para que pudieran contraer matrimonio con los hispanos. Esto fue importante para los dos grupos: los indígenas acostumbraban a sellar los pactos políticos mediante alianzas matrimoniales y las normas de la Iglesia católica establecían que los varones cristianos sólo podían establecer relaciones sexuales con mujeres de la misma fe.

Es cautivadora la representación de las novias: varias aparecen con huipiles de colores, primorosamente bordados y llevan en las manos una manta y un maxtlatl. De acuerdo con el ritual matrimonial tlaxcalteca tenían que anudar sus huipiles con las mantas de quienes serían sus esposos.

También nos enteramos que se intercambiaron regalos: los anfitriones les dieron a los castellanos oro, plumas, mantas y piedras finas; ellos mandaron traer de Cempoala huipiles, enaguas, cacao, sal, pescado y camarones, regalos muy preciados que no se podían conseguir en Tlaxcala. Así vemos que en dichas ceremonias se respetaron las costumbres de nativos y extranjeros.

De inmediato se bautizó a los cuatro principales gobernantes que conformaban el huey altepetl –ataviados con gran elegancia–, ya que la conversión al cristianismo constituyó una parte fundamental del pacto. De acuerdo con la tradición castellana, una alianza entre cristianos creaba un vínculo equilibrado entre aliados que brindaba a los tlaxcaltecas el derecho a los beneficios prometidos por sus servicios.

Ahora sabemos que los líderes guerreros tlaxcaltecas fueron fundamentales en la derrota de Tenochtitlan; mencionamos algunos: Temaxahitzin, bautizado como Antonio, destacó por su valor en el ataque final y salvó a Cortés cuando fue derribado del caballo y atrapado por los mexicas.

Chichimecatecuhtli fue esencial en la construcción y transporte de los bergantines al frente de 15 mil tlaxcaltecas y durante la embestida de casi tres meses encabezó un ejército de 10 mil hombres, cuya participación fue definitiva para el triunfo. También se destaca la de las mujeres.

No se pierdan la revista y, por lo pronto, vamos a Limosneros, en Allende 3, Centro Histórico, a degustar deliciosa comida mexicana elaborada con técnicas tradicionales y un toque contemporáneo. Tiene original decoración artesanal en la que destaca el muro de tezontle del siglo XVII. Entre mis platillos favoritos están el chilpachole de maíces nativos, codorniz en mole de novia, costilla de cerdo en puré de garbanzo y, de postre, volcán de cacao.

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