«La moral es una convención privada, la decencia es una cuestión pública» Sean religiosos, militares o civiles

Sobre hembras y hombres: Apuntes contra la barbarie

Luis Rafael Sánchez

El feminicidio ya degenera en epidemia universal. Por la voluntad criminal de sus hombres suman cientos las hembras que recalan en la tumba, a destiempo. Escribo sus hombres para barnizar, con ironía, dicho adjetivo posesivo: ayer sus hombres, hoy sus asesinos. Desgraciadamente, el feminicidio no se restringe a una geografía. La iraní Mahsa Amirim recala en la tumba a los veintitantos años. Recala por olvidar el uso en público del velo. ¡Superstición, cuantos horrores se cometen en tu nombre!

En Memorias de Adriano, libro que despliega una imaginación soberana, soberanamente traducido al idioma español por el argentino Julio Cortázar, la escritora belga Marguerite Yourcenar pone en labios de Adriano una sentencia memorable: La moral es una convención privada, la decencia es una cuestión pública. Sean religiosos, militares o civiles, los totalitarismos abanderan la indecencia en cuanto que oprimen, atropellan, humillan, criminalizan, matan.

 

Dos

Las religiones funcionan como oasis en el Valle de Lágrimas. Interpretan, traducen y difunden cuanto nominamos alma, espíritu, fe en la trascendencia material. Entonces, ¿por qué el hincapié en el inventario de los pecados
y el descuido en el inventario de las virtudes? Digamos, ¿por qué desdibujar la anatomía de las hembras? ¿No es la curvilínea periferia hembraica un triunfo de la naturaleza? ¿No es la naturaleza otro regalo de los dioses, según los creyentes?

 

Tres

Un defecto humanísimo llama mi atención: la incapacidad de distinguir la materia sensual de la materia pecaminosa. ¿Peca la melena alborotada por la brisa? ¿Peca la mano que ataja y encarece: –Todavía no? ¿Peca la mirada que asciende el silencio a nudo idílico? ¿Peca la boca que confiesa: –Deséote? Atenerse a la esencia libertaria de la moral es difícil. En cambio, hacer de la moral una parodia es fácil.

Si se tilda de delito grave la exhibición casual de un bucle, ¿cuál nueva acusación espera a la hembra? Si un chin de pintalabios o una manita de colorete implican descaros crasos, ¿cuál otro delito grave abultará el expediente criminal de quien nació hembra? ¿El delito de esmaltarse las uñas de los pies? ¿El delito de resoplarse los sobacos cuando debía resoplarse las axilas? ¿El delito que la misoginia adscribe a la delicada cicatriz identitaria?: la puertorriqueña Vanesa Droz bautiza La cicatriz a medias otro poemario intransigente.

Más aún, si ser hembra se considera un delito atroz, si el cuerpo hembraico se considera inductor del vicio, ¿cuál autoridad terrenal enjuiciará a la delincuente? ¿La misma autoridad que vomita prejuicios apenas decir hembra?

 

Cuatro

No pecan de vacuidad las interrogaciones que acumulan los fragmentos anteriores; no son vacuas ni podrían serlo. ¿Llamar delincuente a quien adueña el barrigón que transporta vida? ¿Llamar delincuente a quien garantiza la seguridad de la vida desde cuando ésta zarpa hasta cuando ésta desembarca? ¿Llamar delincuente a quien da a luz la flor de su preñez?

 

Cinco

No hay imagen del parto más hechicera que dar a luz, tampoco hay otra más esperanzadora. Tras dársele la bienvenida, mediante una nalgada amorosa, la criatura recién nacida lloriquea. Un lloriqueo saludable. Los pulmones debutantes arrancan, los latidos cardíacos interpretan la sinfonía Viva La Vida. Seguido se la baña, se la besa y besuquea. Seguido el instinto de conservación orienta su boquita hacia donde radican las gemelas Seno Teta. Entonces, la criatura se extasía, pues un turulete cupletea a sus oídos: Mamar es un placer genial, sensual.

Alguito después de dar a luz, un alguito con duración de nueve meses, el barrigón de la hembra transportará más gente. La hembra procurará el transporte en colaboración con un timonel. Meridianamente claro quede: ¡suman multitud los hombres bientratantes de sus hembras! ¡Suman legión los hombres cuyas bocas pueblan de caricias los cuerpos de sus hembras! Escribo sus hembras para barnizar, con elogio, dicho adjetivo posesivo: ayer eran sus hembras respetadas, hoy son sus hembras consentidas, mañana serán sus hembras veneradas. ¡Por siempre las hembras serán sus regocijos!

 

Seis

No obstante ello, desde cuando el planeta Tierra gira, una porción de los hombres intenta controlar a la hembra. A corto y largo plazo el intento fracasa. Pues, aparte de parir y lactar, de cocinar y fregar, de cambiar pampers, mapear baños y cepillar la huella excrementicia que ofende al inodoro, las hembras les roban un tiempito a sus obligaciones caseras con un propósito único. ¿Cuál?

Surcar los abismos espaciales e indagar si Marte es habitable. Presidir naciones de acontecer conflictivo. Revisar las finanzas de instituciones gigantescas. Educar a los hombres que padecen de disfunción amatoria. Refutar, a fuerza del ejemplo, la retahíla de prejuicios esgrimida contra su género.

Unos prejuicios que damnifican la historia. Una historia a fumigarse antes de que el comején y la polilla la carcoman. Incluso la historia actual, tan presuntuosa por fingirse promotora de una sociedad adelantada, moderna.

 

Siete

¿Sociedad adelantada, moderna, la que defiende el prejuicio como idea rectora? La hembrofobia militante. Más los prejuicios grotescos: el prejuicio racial y el prejuicio xenofóbico, el prejuicio lesbofóbico y el prejuicio homofóbico. Más cuanta fobia encamina el rechazo a esto y a éste y a ésta. ¡El dedo acusador del prejuicioso se comporta infatigable!

 

Ocho

La mataba hasta en sueños, declaró un feminicida. Guardo el recorte del periódico que lo informó, todavía me pasma. Si la matanza de una hembra resume la ambición suprema de un hombre, si un hombre asesina a su hembra incluso cuando duerme, entonces procede tomar medidas drásticas:

1. O aceptamos el carácter urgente de repensarnos como sociedad y como individuos.

2. O aceptamos que la humanidad ya cerró filas con la barbarie.

Esta entrada fue publicada en Mundo.