VINE a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo.

El 18 de julio de 1955 se publicó una obra que marcó la historia cultural de México y del mundo: Pedro Páramo. Gracias a esto, su autor, Juan Rulfo, se consagró como un grandísimo escritor.

Desde el inicio, esta novela breve, pero sumamente grandiosa, se volvió motivo de polémicas y de múltiples elogios. Gracias a ella, Juan Rulfo de inmediato se consagró como un gran escritor y con el tiempo se convirtió en un autor imprescindible no sólo de México sino también de la literatura universal.

Pedro Páramo se publicó el 18 de julio de 1955 en el Fondo de Cultura Económica (aunque según la Enciclopedia de la Literatura Mexicana lo hizo en el mes de marzo de ese año). Ésta obra pertenece al género narrativo y su especie es la novela; la narración está en prosa y es considerada “extensa”.

Por otra parte, fue merecedora del Premio Xavier Villaurrutia en 1955, del Premio Nacional de Literatura en México durante el año 1970, del Premio Príncipe de Asturias en España en 1983, entre otros reconocimientos.

Esta novela nos cuenta la historia de Juan Preciado, quien va en busca de su padre, Pedro Páramo, a un poblado misterioso llamado Comala. Durante el desarrollo de la novela, el lector podrá descubrir la vida de Páramo así como sus malas acciones.

Páramo es un cacique que abusa de su poder y pasa por encima de todos; con ello, genera daños profundos e irremediables a la gente de Comala. Como consecuencia, el poblado se convertirá paulatinamente en un lugar fantasma.

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Resumen

La historia inicia cuando Juan Preciado, el personaje principal, visita el pueblo de Comala para buscar a su padre, Pedro Páramo. Este viaje lo llevó a cabo con el fin de cumplir la promesa que le había hecho a su madre cuando ésta se hallaba en el lecho de muerte.

A su llegada, Juan Preciado comienza a encontrarse con distintas personas del poblado. A éstas las envuelve un aire de misterio y pesadumbre. El primer personaje secundario que Juan conoce es Abundio, quien lo enlaza con Eduviges Dyada y Damiana Cisneros.

Poco a poco, nos sumergimos en las terribles acciones de Páramo, mientras nos acercamos a la razón que lo llevó a cometer dichas maldades. Según la historia, todo se debía al amor que Páramo sintió desde temprana edad por Susana. No obstante, el padre de aquella mujer se oponía firmemente a un posible acercamiento.

Así, Susana se casó con Florencio. El esposo de Susana falleció y ésta empezó a perder gradualmente la lucidez. Y aunque a Páramo no le importaba eso, el padre aún se oponía a la unión. Por ello, el progenitor de Juan dedicó su vida a conquistar Comala a base de asesinatos, violaciones y de un sin fin de delitos.

Todo por un amor imposible

Con el fin de apoderarse de las riquezas de la madre de Juan (Dolores Preciado), se casó con ella. Sin embargo, cuando ésta se percató de la crueldad de su marido optó por huir del poblado junto con su hijo. Mientras tanto, Páramo había reconocido a su hijo ilegítimo, Miguel Páramo, quien también era un joven corrupto y que terminó muerto en un accidente.

A pesar de sus esfuerzos y logros, Páramo no consiguió que el padre de Susana le diera su bendición por lo que mandó a matarlo. Como consecuencia, Susana terminó de perder la cordura y aunque Páramo se dedicó a cuidarla, su amor no logró concretarse.

Finalmente, la salud de Susana terminó de sucumbir y falleció. No obstante, justo ese día, el pueblo celebraba gozoso en una gran fiesta. Ésto enfureció a Páramo, quien los odió por no guardar luto. Debido a esto, decidió vengarse del pueblo dejando que todos murieran de hambre y en el olvido al igual que él.

Conforme avanza la historia, descubrimos que Juan Preciado fue acogido por Donis y Dorotea (quien había sido obligada a mantener una relación incestuosa). Empero, pronto las almas de Comala acosan tanto a Juan que él también terminó muriendo en medio de la calle.

Así comienza la obra de Pedro Páramo

VINE a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. “No dejes de ir a visitarlo -me recomendó. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le dar gusto conocerte.” Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después de que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.

Pedro Páramo

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