En las montañas veracruzanas hay una pequeña radiodifusora que ha hecho de los idiomas originarios su sonido.

La flor de la palabra

Irma Pineda Santiago

La voz campesina

En agosto se conmemora el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, por lo que estos días abundan las celebraciones y discursos oficiales, y programas en distintos medios de comunicación, para hablar de la riqueza cultural y lingüística que representa la población indígena en México. Sin embargo, en las montañas veracruzanas hay una pequeña radiodifusora que no requiere de fechas especiales, porque ha hecho de los idiomas originarios su sonido cotidiano, al transmitirlos todos los días durante los cincuenta y ocho años que cumple en este mes.

En los estados de Veracruz, Querétaro, San Luis Potosí, Hidalgo, Sierra norte de Puebla y sur de Tamaulipas basta sintonizar 105.5 de FM desde un viejo aparato radiofónico o un moderno teléfono celular (en cualquier otro lugar del mundo se puede hacer desde la dirección electrónica http://radiohuaya.iberopuebla.mx/), para encontrar los sonidos de Radio Huayacocotla: la voz campesina que la gente reconoce sencillamente como Radio Huaya, donde se escucharán las palabras en náhuatl, ñahñu, tepehua o totonaco, lenguas que como suaves enredaderas se aferran a este árbol-radio para mantenerse vivas, para hacer felices a quienes las escuchan en su casa, en la calle o el mercado, y en donde se comparte la alegría de la música, se tienden puentes entre las familias separadas por la migración, o para enviar saludos o mensajes, ahí entre las montañas, donde otras formas de comunicación son difíciles.

Desde Radio Huaya también resisten las lenguas, porque las difunde y las ubica en el espacio público, para recordarle a los escuchas que sus lenguas pueden ser de uso cotidiano, de uso en cualquier espacio que no sea sólo el de la intimidad familiar; que las lenguas pueden servir para comunicarse, sí, pero al mismo tiempo para sentir orgullo de conocer y hablar las palabras que florecen desde el corazón. Aunque ya había escuchado de esta radiodifusora, pude conocer sus instalaciones hace un par de años, cuando por invitación de Mardonio Carballo acudimos para grabar un programa televisivo. Ahí conversamos con quienes hacen posible la vida detrás de los micrófonos, nos contaron historias y anécdotas que nunca saldrán al aire pero que nos recuerdan que detrás de micrófonos y consolas electrónicas hay personas que viven sus propias alegrías o tragedias.

Huayacocotla, Veracruz, es la casa de esta radiodifusora que resiste, como pequeña piedra en la montaña. Una radio que, desde distintas lenguas indígenas además del castellano, ha contado miles de historias en las casi seis décadas en las que ha logrado resistir muchos embates, como aquel en 1995 cuando la Secretaría de Comunicaciones y Transportes mandó cerrar sus instalaciones, temerosa de que mediante las lenguas indígenas se enviaran mensajes en clave para un posible levantamiento armado (recordemos que en esa época ya eran visibles movimientos de esta naturaleza en los estados de Chiapas, Oaxaca y Guerrero). El pretexto para tal cierre fueron cuestiones técnicas; la realidad es que a las instituciones gubernamentales les preocupaba el fuerte compromiso social que esta radiodifusora tiene, desde su origen, con la población indígena y campesina.

Esta radio nació en 1965 como un proyecto educativo impulsado por integrantes de la orden de Las Carmelitas Descalzas, para poder alfabetizar a la población indígena y campesina. Posteriormente, la Compañía de Jesús y la Asociación Civil Fomento Cultural y Educativo se hicieron cargo de ella y, además de la labor educativa, fueron incorporando temas importantes para las comunidades de la región, como el fortalecimiento y la defensa de su lengua, identidad, tradiciones, medio ambiente y territorio, entre otros valores de su vida cotidiana, propiciando así que este espacio al aire sea para escuchar sus propias voces, la de su gente, en las lenguas que mejor conocen y aman. Es por ello que se volvió su radio, su casa, su milpa.

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