Ganaron El Ariel «Tío»,  «Flores de la llanura» y «El sueño más largo que recuerdo»

Cinexcusas

Luis Tovar

La noche del pasado martes 11 de octubre se llevó a cabo, en el antiguo Colegio de San Ildefonso, la sexagésima cuarta ceremonia del Ariel, que aun si algunos le dan poco o nulo valor, es el premio cinematográfico mexicano más importante.

En las categorías de cortometraje de animación, documental y de ficción, ganaron respectivamente Tío, de Juan J. Medina, Flores de la llanura, de Mariana X. Rivera, y El sueño más largo que recuerdo, de Carlos Lenin. Este ponepuntos no ha tenido oportunidad de verlos pero, bienintencionado, asumirá que los filmes merecen lo ganado.

Es en largometraje, tanto de ficción como documental, donde suelen brincar las discrepancias, los despropósitos y los absurdos, y esta 64a entrega no ha sido la excepción. No son pocos los ejemplos: Blanco de verano sólo contendió –y merecidamente lo ganó Adrián Rossi– en Revelación actoral; demasiado poco para una película que se cuenta entre lo mejor de su nutrida camada. En el entendido de que las categorías comúnmente consideradas como mayores son a la mejor película, director, fotografía y guión, puede afirmarse que El hoyo en la cerca, otro filme de verdad sobresaliente, sólo compitió por premios menores –música original, vestuario, edición y efectos especiales– y ni así le dieron uno solo. Caso similar al de Cosas imposibles, nominada diez veces, aquí sí incluyendo algunos de los mayores, pero que no ganó salvo uno menos que menor, el de música original, por lo que este muy buen largo de Ernesto Contreras debe catalogarse como la proverbial “gran perdedora”. Empero, no fue la única: mejor película, guión original, edición y revelación actoral masculina y femenina son los cinco trofeos por los que compitió El otro Tom, pero Rodrigo Plá y Laura Santullo volvieron a casa con las manos vacías.

 

Las que ganaron pero no

Por lo que hace a las mencionadas categorías principales, hay que reprocharle a la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas no haber evitado el despropósito de poner a competir como mejor película a ficciones y documentales juntos, así como el absurdo de que, por consiguiente, el resto de las categorías fue un solo costal de estatuitas para ambas categorías.

En los hechos, la repartidera se concentró sobre todo en dos filmes: la ficción Noche de fuego, de Tatiana Huezo, y el documental Una película de policías, de Alonso Ruizpalacios. Ese despropósito de “no son iguales pero sí” se tradujo en un auténtico galimatías premiolítico: la primera fue nominada en casi todo lo posible, diecinueve veces, mientras la segunda diez veces, poco más que la mitad, pero ¡incluyendo actuación! Eso significa que, para la ínclita AMACC, en los documentales se actúa y hasta se gana por eso, pues los Arieles correspondientes se los dieron a Raúl Briones y Mónica del Carmen, que en este caso protagonizan los segmentos recreados de una historia contada al alimón por quienes las vivieron en la realidad. Ana Cristina Ordóñez, por Noche de fuego; Nora Velázquez, por Cosas imposibles, pero sobre todo Silvia Pasquel, por El diablo entre las piernas, deben haber sentido algo muy parecido a la injusticia, lo mismo que Alejandro Suárez (El diablo…) y Noé Hernández, por Nudo mixteco.

Al final, el cuestionable híbrido de Ruizpalacios (ver lo publicado en esta columna los domingos 17 y 24 de abril de 2022) obtuvo seis de diez Arieles posibles, incluyendo los mencionados a las actuaciones protagónicas, edición, largometraje documental y guión original, mientras que la estremecedora, cruda e inolvidable Noche de fuego sólo ganó cinco de diecinueve –a fotografía, sonido, efectos especiales y guión adaptado–, pero para no variar esta desproporción incluye otros despropósitos, comenzando por el mayúsculo de darle a Noche… el premio a la mejor película, pero negarle el de mejor dirección a Tatiana Huezo, su autora, y dárselo a Ruizpalacios.

Así llegó el Ariel a los míticos-beatlescos sesenta y cuatro; a ver si con el tiempo se compone…

 

 

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