La metáfora de la transmutación 

La metáfora de la transmutación

Entrevista con Adriana Tafoya

Ricardo Venegas

Adriana Tafoya (Ciudad de México, 1974) es poeta y directora general de la editorial especializada en poesía Verso Destierro. Tiene más de una docena de libros publicados y poemas suyos aparecen en alrededor de cincuenta y cinco antologías. Esta entrevista tiene como eje central su más reciente libro.

 

En Diálogos con la maldad de un hombre bueno (2014), tus poemas desbordan violencia, abusos, alcoholismo, sátira, temas sociales y humor, este último poco frecuente en la poesía actual. ¿Cómo surgió esa manera de combinar estos rasgos naturalistas?

–Estos textos nacen de la intención de manifestar los vicios, la corrupción, la impotencia, la desesperación y el hartazgo en la sociedad actual, donde pareciera que la prioridad es hacer dinero y obtener un dudoso éxito en la vida. La naturaleza humana es compleja y contradictoria, pues se torna muy difícil luchar contra la simpleza y la sinrazón. La poesía es, y ha sido, mi mejor arma para luchar contra la decadencia social de estos días.

 

Con tu libro Huevo moteado (2021) tu obra pasó de la lectura en voz alta a un tono intimista donde la imaginación y el ingenio permiten explorar un universo en el que mitología, onirismo y ensueño dan un salto de lo cotidiano a lo sobrenatural, a trasmutar los seres…

–La respuesta con la que complemento la propia, por ser con la que más coincido sobre Huevo moteado, es la del catedrático y poeta Alejandro Palma, al referirse a este ejercicio como “un motivo desde donde extiende no sólo la idea de cambio o crecimiento, también establece una mitología que le permite referir un mundo diferente. Me parece que este último poemario de la también editora y promotora de poesía representa el encuentro con una forma expresiva, que incluso trataré de pensar en términos de una poesía especulativa”, refiriéndose y refiriéndome, a que “ahora ese huevo menguante que se supone la luna bajo la metáfora de un ‘huevo moteado’ se distiende como motivo y eje de una mitología personal”. Lo cual me insta a pensar que, aunque algunos lectores consideren que el libro es “difícil”, en realidad no lo es tanto, puesto que en su esencia ha logrado ser empático con el lector.

 

Conviven en tu poesía los vivos y los muertos, en esta asamblea se organiza el pesimismo a la manera de Walter Benjamin: honrar a los que ya no están dándole sentido y continuidad a sus sueños. ¿Cómo nació Huevo moteado?

–Nació y ha sido empollado con la intención y la inquietud de crear un mundo más afín a los principios femeninos, tal vez más cercano a un cosmos planteado por el Tao y con mucho menos trazos por la voz de Confucio. Es un libro que me llevó aproximadamente unos trece años, pues fue complicado reconstruirlo, ya que la primera versión, bastante avanzada, se extravió en un taxi.

 

En ese huevo, en esa Pascua, parecen asomarse el surrealismo y el neobarroco; ¿diste un salto inesperado con tu nuevo libro? Me refiero a si tú misma adviertes eso…

–Sí, estoy consciente de ello. Si bien en algunos de mis anteriores poemarios tengo una voz poética más cercana al neobarroco, en este libro, a manera de “huevo”, la propuesta es bastante antagonista a la postura del surrealismo. Soy más cercana a la opinión de Enrique González Rojo cuando comenta que el surrealismo era más un suprarrealismo, donde a través de la escritura automática se llevaba a cabo un desorden lírico para que tomara la palabra la destrucción de la normalidad y diera rienda suelta a las criaturas de la fantasía, pero no para generar otra realidad o hacer del sueño la esencia de la vigilia. En este libro, al contrario, se busca una propuesta lírica más cercana a un neosimbolismo, donde a partir de la metáfora de la transmutación se pueda resimbolizar la realidad para dar paso a otra versión cosmogónica.

 

El lenguaje del conjuro, el versículo y la oración están presentes en tu escritura. También el sueño de Brahma: estamos siendo soñados por un dios. ¿Qué es la poesía para ti?

–El sueño, pero de la durmiente: la diosa, que en algún momento despertará, para recordarnos la armonía, la melopea y las antiguas leyes del verso, que aunque se han olvidado, le daban equilibrio al mundo de las ideas.

 

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