María José Cuevas le da a un caso de la nota roja, un tratamiento sin sencacionalismo ni “morbo”.

Cinexcusas

Luis Tovar

Antimorbo

La dama del silencio no es sino una mujer llamada Juana Barraza Samperio, de sesenta y cinco años de edad, condenada a purgar una condena de setecientos cincuenta y nueve años –sí, casi un milenio– como castigo por haber cometido, a finales del siglo XX y comienzos del XXI, como mínimo una docena y pico de robos a casa habitación, así como el asesinato de al menos dieciséis personas –la cifra varía según la fuente consultada, incluyendo alguna que habla hasta de cuarenta y nueve–, todas ellas de género femenino y adultas mayores, pertenecientes a la llamada tercera edad, ancianas o como cada quien prefiera denominar. El título del documental es homónimo al sobrenombre con el cual a Juana Barraza le gustaba pensarse/llamarse a sí misma y lo creó en virtud de su afición apasionada por la lucha libre. Con ese mote la conoció buen número de luchadoras profesionales y a Juana le gustaba dejar que todos la creyeran una mujer más dedicada al pancracio, aunque en realidad nunca fue así.

No obstante el hecho de que, dado lo anterior, dicho sobrenombre sería injustificado, elegirlo como título para la película cuenta como acierto de María José: a manera de faro, arroja luz a los caminos largos, contradictorios, inevitablemente sensacionalistas y muchas veces imprecisos de la nota roja que registró la casi media centena de crímenes y la detención de Juana. De manera simultánea alumbra asimismo otro aspecto, sin duda más relevante: el de los vericuetos todavía más intrincados de la psique de quien por supuesto fue de inmediato catalogada como asesina en serie pero que, burla burlando, terminó volviéndose tristemente célebre bajo un apodo distinto: la Mataviejitas.

Otro acierto del filme consiste en el sostenimiento ininterrumpido de una imparcialidad que no debió ser fácil: de lo que se trata, para decirlo de manera sencilla, es de puntualizar los cómo y los porqué de una serie de crímenes, desde la perspectiva múltiple de lo policial, lo judicial, lo social, lo mediático y lo psicológico, así como de mirar frontalmente –en sentido tanto figurado como literal– a quien los cometió y que, en consonancia con el sobrenombre homónimo del filme, no ofrece como explicación de su conducta homicida casi nada más que silencio. En el ínter, La dama… incorpora algo que funciona como denuncia: el encarcelamiento injustificado y aún vigente de otra mujer falsamente inculpada.

En el fondo, siempre algo de misterio, turbiedad y cosa telúrica en la razón de que casos como el de la Mataviejitas despierte mucho más que un obvio y natural repudio, para arribar muchas veces incluso al estrato de la fascinación. Lo sabía bien aquella vieja publicación, hoy extinta, que llevaba el muy ad hoc nombre de Alarma!; lo saben y siguen aprovechando muy bien medios impresos como La Prensa, Metro y El Gráfico, igual que electrónicos como Foro TV y Milenio Televisión. Que una documentalista con la solvencia de María José Cuevas le dé a un caso de la nota roja más pura y dura un tratamiento sin sencacionalismo ni “morbo”, siempre será positivo.

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