A los guionistas les pagan muy poco y sus patrones ganan en exceso

Cinexcusas

Luis Tovar

Como también es sabido, muy pronto en su movimiento guionistas y actores se apresuraron a señalar algo que ha dejado de ser sólo una amenaza que se cierne en el futuro, sino algo que ya sucede actualmente y, en términos comerciales-económico-laborales, quizá podría denominarse como competencia desleal: el uso de la Inteligencia Artificial (IA) en la cinematografía, la televisión y, en general, en toda suerte de producciones audiovisuales. Recientemente, quienes pusieron el dedo en esta llaga con más elocuencia –y urgencia– son los llamados stunts, actores de doblaje o dobles de cuerpo, dicho coloquialmente, aquellos que en rodaje manejan autos como locos, se cuelgan de los precipicios, reciben los guamazos y se dan los batacazos en lugar de los muy cuidados y apapachados histriones de mayor, mediana o menor fama, a quienes conviene mantener sin un solo raspón.

El escáner del escaneado

Como han denunciado los dobles de cuerpo, el asunto de fondo –cuándo no– es la lana o, más específicamente, la sempiterna intención de las majors de minimizar costos y maximizar ganancias: sale más barata la confección digital de escenas y secuencias completas “de acción”, verbigracia los machacones tiroteos, las no menos repetitivas persecuciones automovilísticas, aeronáuticas, marítimas e incluso peleas cuerpo a cuerpo que impliquen un alto grado de violencia, que si se hicieran por completo a la antigüita, con los stunts haciendo lo que mejor saben hacer: arriesgar el pellejo en nombre de quienes habrán de llevarse los aplausos.

Una nota de AFP, aparecida en este diario el domingo 13 de agosto, es reveladora: “Desde series como Game of Thrones hasta las últimas películas de superhéroes de Marvel, los estudios llevan mucho tiempo disminuyendo costos al utilizar figuras humanas generadas por computadora para reducir el número de actores necesarios en los planos de las batallas.” Desde la perspectiva de los dobles de cuerpo suena desolador, sencillamente porque lo es: inexorablemente, al final de la ruta está su extinción, una vez que se hayan vuelto por completo prescindibles.

Pero la espada de Damocles no pende sólo sobre sus cabezas sino sobre las de sus colegas-con-nombre, como desde antes lo señalaron estos últimos: si a los primeros ahora se les pide, laboralmente, someterse a escaneos corporales con el propósito de utilizar la información resultante en la elaboración ya no de una, sino de cuantas escenas haya menester donde el escáner del escaneado pueda aprovecharse, de los segundos están tomándose la gestualidad, el lenguaje corporal, los tonos de voz… con miras a tener, más pronto que tarde, un Robert de Niro, una Meryl Streep, una Emma Thompson, un Al Pacino cien por ciento virtuales que resulten aceptables, primero, a los ojos de las productoras que obran de este modo con el propósito exclusivo, vale insistir, de ganar más gastando menos.

Pero el último punto es el crucial: ¿aceptables para quién?

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